CLASTOMANÍA
NACIONAL
Antonio
Parra
En la
parada de mi autobús han vuelto a romper las lunas de la mampara. Es la enésima
vez que pasa. Han sido los niñatos de siempre ni golfillos traperos ni pobres
emigrantes sino los chaveas de la calle alta. Van al mejor colegio de España,
educación bilingüe, tutores, evaluaciones, uniforme y corbata, mil euros por
barba, cursos de verano en Dublín, o eventualmente la preparación de un master
en Estados Unidos. Están salvajes. Una alfombra de duralex por el suelo, la garita
donde uno se resguarda de los vientos de Madrid por el invierno, desguarnecida.
¡Cabrones! ¡A ver ahora con qué me arropo yo mientras aguardo al busata que a veces llega puntual pero
otras veces parece la manga riega que ahí no llega en las mañanas polares de
los cierzos guadarrameños que el aire de Madrid mata a un hombre y no apaga un
candil!
Han manejado hoy el martillo o el hacha pero
mañana pueden venirnos con la tea incendiaria o sacar el revolver que estos
sollastres ven muchas películas del Oeste, y se han dejado influir por el
pensamiento de Hollywood que idolatra la violencia, culto al cuerpo y al vigor
físico. Iscra. Iscra revolucionaria. Unos mequetrefes así pegaron fuego al
archivo de Alcalá que era el mejor de España al final de la guerra civil. El
que rompe paga. Pero hay cosas irreparables como fueron los códices del
Ordenamiento de Alcalá nuestro código de libertades (1348. Estas nuevas hordas
urbanas me dan un poco de miedo. Pertenecen a las nuevas clases pudientes,
cachorros consentidos y malcriados de esta democracia, educados en el a que
quieres boca y el que te apetece, pero que a lo mejor carecieron del amor que
nosotros que, aunque más pobres y humildes, no nos dieron malacrianza. Algunas
veces le tengo que estar agradecido a los cintazos que me dio mi abuelo (sólo
me solmenó una vez con la correa) y a los zapatillazos de mi madre que era doña
María la Brava (innúmeras) pero a golpes la sangre entra y nos enseñaron a
discernir un poco el bien del mal. A estos chavales mucha tolerancia y la
libertad que se les da la convierten en libertinaje.
Son nuestros “wasps”, los padres van a lo mejor por el tercer o cuarto divorcio,
él, hombre de negocios no para el día en casa, ella, dama-dama de alta cuna y
de baja cama, quizás se aburra, citas en la peluquería, cafetín con las amigas
por las mañanas, el rastrillo. Ladies of
leisure que dicen los ingleses, por única lectura el Hola, domingos a misa
de doce, sus cuestaciones, el ropero bien abastado y en la despensa no falta
nada de nada. Gente rica y guapa y por lo general buena, acomodaticia y
reservada, un poco egoísta la verdad. Intrascendencia generalizada. Un ojo en
la cuenta corriente y otro en la báscula porque aquí estar gordo y haber
perdido la línea es la peor de las desgracias, gente muy preocupada de su
cuerpo, y viviendo un poco a la californiana. A la prole no carece de nada.
Adminículos cibernéticos último grito, un ipod
y un güifi, una bici de montaña, patinetes para que machaquen el asfalto a toda
caña y se lleven por delante a las pobres ancianas y un quad para que el niño
no se fastidie y entre en las viejas trochas y encinares como el caballo de
Atila a machacar naturaleza virgen los fines de semana. Y la niña que estudia en universidad de pago los
sábados botellón y acaso píldora del día después. Educación de lo más liberal
aunque la familia, eso sí, católica de toda la vida, y diez euros en el cepillo
de las ánimas que don Quique es cura y parece que le hizo una boca un fraile y
no para de poner el cazo. Cuestaciones y colectas a tutiplé. Les sonríe la
vida. Seguramente en las próximas elecciones voten pepe pero en las anteriores
votaron socialista. Intrascendencia. Frivolidad. Aquí nunca pasa nada. Já. Já.
Jí.Jí. Círculo mágico de las cien familias.
Casa con jardín y tres cuartos de baños, un
jardinero que se llama Alí, y mucamas filipinas, fregonas del Este y cocineras
rumanas. A qué seguir profundizando en el estereotipo. Son los callealteros de
siempre. En mi colonia hay dos castas. Uno pertenece a la más humilde pero
jamás a ninguno de mis hijos –que uno es pobre pero honrado y no me quejo de la
vida aspiro a la áurea mediocritas a ser yo mismo, villano en mi rincón, y que
me dejen en paz y hasta he recabado cierto grado de reconocimiento el que da la
sabiduría y no es que uno se las dé de sabios sino de experimentado que más
sabe el diablo por viejo que por diablo, porque en el bar de la esquina donde
tomo mi café con churros toda las mañanas 1.50€ me llaman don Antonio- se le
hubiera ocurrido liarse a hachazos con las mamparas del apeadero o incendiar
papeleras que lo esguardamillo.
Claro que reconozco que a mí cuando era de su
edad también iba a robar melones a Peñacolgada. Teníamos hambre y sed. Cuando
no nos veía el guarda organizábamos campeonatos de tiro al blanco con el
tirachinas a las jícaras o jarrillas de los postes del tendido telegráfico a
ver quien gozaba de mayor puntería. O en la charca del de Pecha Román que era
una poza en realidad nos bañábamos en pelota y hacíamos cálculos los de la
cuadrilla a ver quien era el que la tenía más larga. O una carrera
masturbatoria a ver a quién le venía más presto. Lluvias de lefa en las tórridas
tardes de aquellos farragostos de verano con mucha calentura sexual.
-
Sois unos guarros y os vais a condenar con esas
cochinadas-, nos gritó una vez una espigadora desde lo alto de un cotarro.
Y que nos estaba mirando cómo se desahogaban
con lo poco que tenían un tropel de renacuajos. A Elpidio que era más chico no
le venía. Seguramente no le había llegado la edad. Pedrete que era el jefe de la cuadrilla le
dijo:
-
Chaval cuando seas padre, comerás a la mesa.
Eran los de Tejares los del pueblo de al lado
y rival que estaban apartando un rastrojo. Un diluvio de piedras nos hizo poner pausa a la procesión y tuvimos que
salir arreando. En las fiestas de San Mamerto con los de Tejares siempre
salíamos a palos y a las mozas las levantábamos las enaguas cuando estaban
arrimadas a su maromo bailando el pasodoble o las seguíamos tras la función a
los pajares donde perpetraban cochinadas mucho más contundentes que nuestros
juegos de muchachos en la poza del Colorao. A ver no había televisión, los
bailes eran de candil y el personal no tenía otra cosa que hacer. A eso de los
nueves meses justos de san Mamés una moza traía al mundo algún que otro niño
hijo de madre soltera.
Ahora, al
cabo de tantos años, cuando veo una poza me acuerdo de aquellas sesiones eróticas
que eran test de nuestra hombría y pubertad. En los pueblos de España
siempre se aspira a tenerla más larga
que el vecino de al lado. Es el eterno y yo más que la piel anda más cerca de la camisa que el sayo pero
con frecuencia los árboles no nos dejan ver el bosque. Esas bellaquerías las
hemos hecho todos. Nadie está limpio de pecado. Sin embargo este vandalismo o
clastomanía de romper por romper me preocupa. Al ver esta mañana los cristales
de la luna de la parada por el suelo y alfombrada la acera de pedacitos he
pensado en la Noche de la Walhalla, la Cristal Nacht. Esa violencia salvaje en
los estadios de fútbol revela las carencias de una sociedad que vive en el
cuerno de la abundancia. Estamos alimentando el monstruo de las tentaciones
totalitarias. Cuando venga la temporada de vacas gordas que llevamos años de
vacas gordas no sé lo que será de estos niños pijos.
¿Regresan
los nazis? El hedonismo rapante y mosqueante, las reinas de las mañanas, la
cursilería, la frivolidad, la falta de principios morales. El todo vale, el
aquí no pasa nada, el desdén hacia las personas mayores, el feminismo
reduccionzota, los corrillos
contertulios siempre los mismos pues por lo que parece nuestra profesión se ha
vuelto endogámica o asunto de comisarios y hablando de los mismos temas no
importa qué cadena (esta semana toca Navarra con sus cadenas sus mejanas sus
valores y virtudes que fueron cuna de España y sus riaurriaus, a don Emilio le echo en falta, ese sí que era un
conspirador como dios manda y no esta basca tan gárrula) están dando pábulo a
unas generaciones completamente desnortadas. La crispa. España se convulsiona y
acalambra pero luego todo queda en agua de borrajas. El ole tu madre etc.
Es todo una lacra de las sociedades avanzadas.
Me acuerdo que en Inglaterra estos actos de gamberrismo estaban a la orden del
día en los sesenta. Hubo un debate por la BBC. Pregunta del moderador al
hooligang de turno. Un valiente de la manada.
-Why did you do
it, pal? (¿Por qué has hecho eso, chaval?
Respuesta
del interfecto:
-For
kicks (para divertirme un poco)
El Día de
Jalogüin iba yo en el autobús con mi sobrino Jorgito el guardia y un rastacuero
que apenas le apuntaba el bozo le tiró un huevo en to la cara al conductor y por poco lo deja tuerto. Salió
de naja pero mi sobrín que es policía nacional tiene las piernas muy largas y
prendió al gamberrete. En la hora que lo hizo. Los pasajeros del autobús
empezaron a recriminarle no al delincuente sino a Jorgito, que el pobre era
bisoño y acababa de obtener la chapa pero creo yo que cumplía con su deber.
¡Maldito halloween! Aquel incidente nos dio la vara.
-
¿Por qué lo hiciste?
-
Porque me aburro
-
Y si te aburres ¿por qué en vez de tirar cantos
contra el busero, un pobre trabajador, al que pudiste vaciar un ojo ¿por qué no
te la machacas, tío?
No nos
dio respuesta el tirahuevos. Tampoco nos prometió que no lo volvería a hacer
más. Seguramente que perpetró su atentado contra un padre de familia al que por
poco le deja sin córnea para divertirse. For kicks. Estaba aburrido.
Mi sobrín
que es ovetense no se anda con pelos en la lengua. Era la misma respuesta que
dio al entrevistador británico el hooligan de hace unos años. Luego en el
cuartelillo de la G.C., abierto el atestado, vino el padre y se puso como una
fiera contra nosotros. Era un alto ejecutivo. No sabes con quien está usted
hablando que si patatín y patatán. Se nos caía a nosotros la cara de vergüenza.
Chulo nos salió el tío. Que a ver que hacíamos con su hijo que era menos de
edad que iba a interponer querella por
vejámenes y abuso de autoridad para que empapelaran a mi sobrino policía
nacional.
-
Déjale que él también se la machaque, Jorgito.
Apaga y
vámonos.
-
Es lo mejor que podría hacer este padre gran pijo,
tío. Ya me estaba poniendo nervioso el muy hijo la gran puta.
Y salimos
zumbando del cuartelillo. El comandante de puesto con una mirada de
inteligencia nos daba la razón y en un aparte nos dijo que en la zona norte de
Madrid el destrozar mobiliario urbano se ha convertido en el pasatiempo favorito
de las hordas de bárbaros fin de semana.
Clastomanía es el nuevo deporte nacional. Revierte el atavismo y los demonios
antiguos. Los españoles no estamos a gusto si no nos rompemos la crisma unos a
otros y cuando no hay cojones pues arrasamos los cobertizos de los apeadores de
la parada del autobús. O insultamos al vecino. O le quitamos un cacho de la
parcela. Que a él le falta y a nosotros nos sobra. Pa que se joda. Yo la tengo
más larga que tú. Clastomanía y no cleptomanía que ese es otro deporte o vicio
nacional (romper por romper, quebrar por quebrar, arramblar con la honra,
perforar virgos, robar por robar) y el otro que se chinche. España no es un
juguete. Sólo un búcaro de cristal. No como algunos cabrones que parecen de
otra masa. Y yo tampoco soy de lechetrezna ni de pastaflora. Cuando nos apuran,
tiramos de navaja. Menos cachondeo oye que el que rompe paga. Señores, no nos
rompan otra vez España.