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martes, 27 de agosto de 2019

HOOLIGANGS


CLASTOMANÍA NACIONAL
Antonio Parra

En la parada de mi autobús han vuelto a romper las lunas de la mampara. Es la enésima vez que pasa. Han sido los niñatos de siempre ni golfillos traperos ni pobres emigrantes sino los chaveas de la calle alta. Van al mejor colegio de España, educación bilingüe, tutores, evaluaciones, uniforme y corbata, mil euros por barba, cursos de verano en Dublín, o eventualmente la preparación de un master en Estados Unidos. Están salvajes. Una alfombra de duralex por el suelo, la garita donde uno se resguarda de los vientos de Madrid por el invierno, desguarnecida. ¡Cabrones! ¡A ver ahora con qué me arropo yo mientras aguardo  al busata que a veces llega puntual pero otras veces parece la manga riega que ahí no llega en las mañanas polares de los cierzos guadarrameños que el aire de Madrid mata a un hombre y no apaga un candil!
 Han manejado hoy el martillo o el hacha pero mañana pueden venirnos con la tea incendiaria o sacar el revolver que estos sollastres ven muchas películas del Oeste, y se han dejado influir por el pensamiento de Hollywood que idolatra la violencia, culto al cuerpo y al vigor físico. Iscra. Iscra revolucionaria. Unos mequetrefes así pegaron fuego al archivo de Alcalá que era el mejor de España al final de la guerra civil. El que rompe paga. Pero hay cosas irreparables como fueron los códices del Ordenamiento de Alcalá nuestro código de libertades (1348. Estas nuevas hordas urbanas me dan un poco de miedo. Pertenecen a las nuevas clases pudientes, cachorros consentidos y malcriados de esta democracia, educados en el a que quieres boca y el que te apetece, pero que a lo mejor carecieron del amor que nosotros que, aunque más pobres y humildes, no nos dieron malacrianza. Algunas veces le tengo que estar agradecido a los cintazos que me dio mi abuelo (sólo me solmenó una vez con la correa) y a los zapatillazos de mi madre que era doña María la Brava (innúmeras) pero a golpes la sangre entra y nos enseñaron a discernir un poco el bien del mal. A estos chavales mucha tolerancia y la libertad que se les da la convierten en libertinaje.
 Son nuestros “wasps”, los padres van a lo mejor por el tercer o cuarto divorcio, él, hombre de negocios no para el día en casa, ella, dama-dama de alta cuna y de baja cama, quizás se aburra, citas en la peluquería, cafetín con las amigas por las mañanas, el rastrillo. Ladies of leisure que dicen los ingleses, por única lectura el Hola, domingos a misa de doce, sus cuestaciones, el ropero bien abastado y en la despensa no falta nada de nada. Gente rica y guapa y por lo general buena, acomodaticia y reservada, un poco egoísta la verdad. Intrascendencia generalizada. Un ojo en la cuenta corriente y otro en la báscula porque aquí estar gordo y haber perdido la línea es la peor de las desgracias, gente muy preocupada de su cuerpo, y viviendo un poco a la californiana. A la prole no carece de nada.
 Adminículos cibernéticos último grito, un ipod y un güifi, una bici de montaña, patinetes para que machaquen el asfalto a toda caña y se lleven por delante a las pobres ancianas y un quad para que el niño no se fastidie y entre en las viejas trochas y encinares como el caballo de Atila a machacar naturaleza virgen los fines de semana. Y la niña  que estudia en universidad de pago los sábados botellón y acaso píldora del día después. Educación de lo más liberal aunque la familia, eso sí, católica de toda la vida, y diez euros en el cepillo de las ánimas que don Quique es cura y parece que le hizo una boca un fraile y no para de poner el cazo. Cuestaciones y colectas a tutiplé. Les sonríe la vida. Seguramente en las próximas elecciones voten pepe pero en las anteriores votaron socialista. Intrascendencia. Frivolidad. Aquí nunca pasa nada. Já. Já. Jí.Jí. Círculo mágico de las cien familias.
 Casa con jardín y tres cuartos de baños, un jardinero que se llama Alí, y mucamas filipinas, fregonas del Este y cocineras rumanas. A qué seguir profundizando en el estereotipo. Son los callealteros de siempre. En mi colonia hay dos castas. Uno pertenece a la más humilde pero jamás a ninguno de mis hijos –que uno es pobre pero honrado y no me quejo de la vida aspiro a la áurea mediocritas a ser yo mismo, villano en mi rincón, y que me dejen en paz y hasta he recabado cierto grado de reconocimiento el que da la sabiduría y no es que uno se las dé de sabios sino de experimentado que más sabe el diablo por viejo que por diablo, porque en el bar de la esquina donde tomo mi café con churros toda las mañanas 1.50€ me llaman don Antonio- se le hubiera ocurrido liarse a hachazos con las mamparas del apeadero o incendiar papeleras que lo esguardamillo.
 Claro que reconozco que a mí cuando era de su edad también iba a robar melones a Peñacolgada. Teníamos hambre y sed. Cuando no nos veía el guarda organizábamos campeonatos de tiro al blanco con el tirachinas a las jícaras o jarrillas de los postes del tendido telegráfico a ver quien gozaba de mayor puntería. O en la charca del de Pecha Román que era una poza en realidad nos bañábamos en pelota y hacíamos cálculos los de la cuadrilla a ver quien era el que la tenía más larga. O una carrera masturbatoria a ver a quién le venía más presto. Lluvias de lefa en las tórridas tardes de aquellos farragostos de verano con mucha calentura sexual.
-        Sois unos guarros y os vais a condenar con esas cochinadas-, nos gritó una vez una espigadora desde lo alto de un cotarro.
 Y que nos estaba mirando cómo se desahogaban con lo poco que tenían un tropel de renacuajos. A Elpidio que era más chico no le venía. Seguramente no le había llegado la edad.  Pedrete que era el jefe de la cuadrilla le dijo:
     -    Chaval cuando seas padre, comerás a la mesa.
 Eran los de Tejares los del pueblo de al lado y rival que estaban apartando un rastrojo. Un diluvio de piedras nos  hizo poner pausa a la procesión y tuvimos que salir arreando. En las fiestas de San Mamerto con los de Tejares siempre salíamos a palos y a las mozas las levantábamos las enaguas cuando estaban arrimadas a su maromo bailando el pasodoble o las seguíamos tras la función a los pajares donde perpetraban cochinadas mucho más contundentes que nuestros juegos de muchachos en la poza del Colorao. A ver no había televisión, los bailes eran de candil y el personal no tenía otra cosa que hacer. A eso de los nueves meses justos de san Mamés una moza traía al mundo algún que otro niño hijo de madre soltera.
Ahora, al cabo de tantos años, cuando veo una poza me acuerdo de aquellas sesiones eróticas que eran test de nuestra hombría y pubertad. En los pueblos de España siempre  se aspira a tenerla más larga que el vecino de al lado. Es el eterno y yo más que la piel  anda más cerca de la camisa que el sayo pero con frecuencia los árboles no nos dejan ver el bosque. Esas bellaquerías las hemos hecho todos. Nadie está limpio de pecado. Sin embargo este vandalismo o clastomanía de romper por romper me preocupa. Al ver esta mañana los cristales de la luna de la parada por el suelo y alfombrada la acera de pedacitos he pensado en la Noche de la Walhalla, la Cristal Nacht. Esa violencia salvaje en los estadios de fútbol revela las carencias de una sociedad que vive en el cuerno de la abundancia. Estamos alimentando el monstruo de las tentaciones totalitarias. Cuando venga la temporada de vacas gordas que llevamos años de vacas gordas no sé lo que será de estos niños pijos.
¿Regresan los nazis? El hedonismo rapante y mosqueante, las reinas de las mañanas, la cursilería, la frivolidad, la falta de principios morales. El todo vale, el aquí no pasa nada, el desdén hacia las personas mayores, el feminismo reduccionzota,  los corrillos contertulios siempre los mismos pues por lo que parece nuestra profesión se ha vuelto endogámica o asunto de comisarios y hablando de los mismos temas no importa qué cadena (esta semana toca Navarra con sus cadenas sus mejanas sus valores y virtudes que fueron cuna de España y sus riaurriaus, a don  Emilio le echo en falta, ese sí que era un conspirador como dios manda y no esta basca tan gárrula) están dando pábulo a unas generaciones completamente desnortadas. La crispa. España se convulsiona y acalambra pero luego todo queda en agua de borrajas. El ole tu madre etc.
 Es todo una lacra de las sociedades avanzadas. Me acuerdo que en Inglaterra estos actos de gamberrismo estaban a la orden del día en los sesenta. Hubo un debate por la BBC. Pregunta del moderador al hooligang de turno. Un valiente de la manada.
        -Why did you do it, pal? (¿Por qué has hecho eso, chaval?
Respuesta del interfecto:
        -For kicks (para divertirme un poco)
El Día de Jalogüin iba yo en el autobús con mi sobrino Jorgito el guardia y un rastacuero que apenas le apuntaba el bozo le tiró un huevo en to la cara  al conductor y por poco lo deja tuerto. Salió de naja pero mi sobrín que es policía nacional tiene las piernas muy largas y prendió al gamberrete. En la hora que lo hizo. Los pasajeros del autobús empezaron a recriminarle no al delincuente sino a Jorgito, que el pobre era bisoño y acababa de obtener la chapa pero creo yo que cumplía con su deber. ¡Maldito halloween! Aquel incidente nos dio la vara.
-        ¿Por qué lo hiciste?
-        Porque me aburro
-        Y si te aburres ¿por qué en vez de tirar cantos contra el busero, un pobre trabajador, al que pudiste vaciar un ojo ¿por qué no te la machacas, tío?
No nos dio respuesta el tirahuevos. Tampoco nos prometió que no lo volvería a hacer más. Seguramente que perpetró su atentado contra un padre de familia al que por poco le deja sin córnea para divertirse. For kicks. Estaba aburrido.
Mi sobrín que es ovetense no se anda con pelos en la lengua. Era la misma respuesta que dio al entrevistador británico el hooligan de hace unos años. Luego en el cuartelillo de la G.C., abierto el atestado, vino el padre y se puso como una fiera contra nosotros. Era un alto ejecutivo. No sabes con quien está usted hablando que si patatín y patatán. Se nos caía a nosotros la cara de vergüenza. Chulo nos salió el tío. Que a ver que hacíamos con su hijo que era menos de edad que iba a interponer querella  por vejámenes y abuso de autoridad para que empapelaran a mi sobrino policía nacional.
-        Déjale que él también se la machaque, Jorgito. Apaga  y  vámonos.
-        Es lo mejor que podría hacer este padre gran pijo, tío. Ya me estaba poniendo nervioso el muy hijo la gran puta.
Y salimos zumbando del cuartelillo. El comandante de puesto con una mirada de inteligencia nos daba la razón y en un aparte nos dijo que en la zona norte de Madrid el destrozar mobiliario urbano se ha convertido en el pasatiempo favorito de las hordas de bárbaros  fin de semana. Clastomanía es el nuevo deporte nacional. Revierte el atavismo y los demonios antiguos. Los españoles no estamos a gusto si no nos rompemos la crisma unos a otros y cuando no hay cojones pues arrasamos los cobertizos de los apeadores de la parada del autobús. O insultamos al vecino. O le quitamos un cacho de la parcela. Que a él le falta y a nosotros nos sobra. Pa que se joda. Yo la tengo más larga que tú. Clastomanía y no cleptomanía que ese es otro deporte o vicio nacional (romper por romper, quebrar por quebrar, arramblar con la honra, perforar virgos, robar por robar) y el otro que se chinche. España no es un juguete. Sólo un búcaro de cristal. No como algunos cabrones que parecen de otra masa. Y yo tampoco soy de lechetrezna ni de pastaflora. Cuando nos apuran, tiramos de navaja. Menos cachondeo oye que el que rompe paga. Señores, no nos rompan otra vez España.



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