argentino que
a España le hizo tanto mal. Es la hora de los mangantes. Manda en la calle la
apisonadora de la mentira y hay mucha angustia en los corazones. La tele es una
maquina de dar por el culo, cloaca de inmundicias y zafiedades. Machaca
nuestras meninges con consignas, activa el miedo. Después del incidente de mi
encuentro con el rumano que me robó no tuve más remedio que refugiarme en
el ribeiro. Me bebí litro y medio y me
puse coloquial y parlero. En ese estado de euforia yo perdono a todo el mundo.
Cuando subí en el ascensor de mi hotel me miraba en el espejo para saber si mis
ojos estaban brillantes y echaba el aliento en el espejo del elevador pues todo
mi afán era procurar que mi mujer no advirtiese que había libado de lo mío por
el aliento. Advierte el Talmud que la borrachera es cosa de paganos. En eso no
estoy de acuerdo pienso con muchos judíos que el legado de Noé es una de los
grandes cosas de esta vida porque cuando no hay remedio litro y medio.
Si los niños
callan hablarán las piedras voz de inocentes que desdicen las mentiras de los micrófonos
las palabras al oído de las planchas masónicas prometiendo progreso y dejando
desolación. Busco en los recovecos de mi existencia aquellas corresponsalías en
Londres y en Nueva York fui un elegido de los dioses un ángel caído en el barro
democrático. Hube por descontado mis maestros y epígonos que abrieron senda antes
que yo. Uno de ellos fue un manchego Eugenio Suarez un falangista hijo de un
médico de Daimiel al que los rojos fusilaron en una uneta un dia de niebla de noviembre
a favor de la oscuridad y de la niebla pudo huir y refugiarse en una alquería
donde le lavaron las heridas y por Somosierra se pasó. Era un joven periodista
de flamante pluma al que sus jefes enviaron como corresponsal a Budapest. Yo
fui el ultimo de aquella brillante saga el mejor racimo de las parras
literarias de España. A Eugenio le cupo la gloria o la gracia y la desgracia de contar el
holocausto que no fue otra cosa que el resultado de unas hostilidades de una guerra
contra Europa que provocaron ellos. El ángel del mal se sirvió del incidente
para convertir Auschwitz en el epicentro de la historia para invalidar el dogma
cristiano de la Resurrección.
Llegó Eugenio
Suarez a la ciudad más bella de Europa en un flamante Volkswagen con escolta de
soldados alemanes. Y asistió a la destrucción del enclave magiar que había sido sede europera de
toda la judería y donde los judios habían podido convivir con los cristianos
sin fricciones por los usos y los norteamericanos. Esto es un hecho irrevocable
pero se culpa a los nazis. Las fortalezas volantes norteamericanos acabaron con
aquella buena relación. Lavalia en la cidad valia muy poco. Por unos pengos
podías comprar un salvoconducto, una mujer por una noche y tres bocadillos de salchichas.
Que no me vengan con historia. Yo cerré la tienda de aquellos proceres del
periodismo en Nueva York. Cuando el gran Filipo blandía puños cerrados en
Manhattan y amenazaba con emviarmps a topdos a un campo de concetración o
fusularnos. Tenía como adlatere a Maraña que me insultaba cada vez que podía.
El odio rojo les daba vitaminas, pero no eran moscovitas. Venían criados a los
pechos de las principales universidades californianas
Ahora contemplo la magnifica visión amurallada
de Segovia desde la Hontanilla. Me deslumbra el brillo de las piedras, me
atenazan los recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
Los mandilones dicen que allí estaba el
cementerio hebreo pero no es así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los
Huesos en lo que era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta
a la tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y más
israelita que san Melqisedec cuando hasta hace poco nos corrían a gorrazos y
ese es un tema en el cual no quiero entrar porque me exaspera, yo he venido a
contar la historia de mi amigo Manahén
Gumersindo Arije que creo que llevaba sangre de los elegidos por lo
menos en un cuarenta por ciento como tantos y tantos españoles. También nacido
por estas veredas en la que llamaban la Casa de la Troya. Debía de ser algo
pariente del gran Tacaño y se emocionaba cuando leía el Buscón y narraba a sus
amigos las aventuras del Domine Cabra un segoviano típico. Segovia "peccatrix" pecadora y
cicatera. ¡No te jode! Y tan pecadora que aquí no cabe un tonto más. Le han
erigido un monumento a Satanás. Mis paisanos escupen las arras. Nací en esta
ciudad de acarreo, tierra de perailes, gente del bronce y de la hoja, y de
tusonas, mulas del diablo y barraganas de curas y frailes. La vida me hizo mostrarme escéptico de
ciertas solemnes verdades que se fueron por la posta, pero no soy mala persona,
creo, hasta ahora no maté a nadie. Sólo soy necio e inconsciente, iluso y algo
bocazas. Por eso, he venido a prosternar mis huesos ante el clemente Zeus tronitonante,
Señor del Olimpo, padre de todas las creencias, de todas las religiones, cuyo
decálogo en piedra bajó desde las cumbres del Olimpo: que Alcorán, el
Candelabro y la Cruz se junten pero todas ellas a los pies del Gólgota Redentor
y a la sombra del manto de la Virgen María. Lo veo difícil porque la humanidad
acostumbra a matarse en nombre de la divinidad y ahora en el Vaticano están
hechos unos zorros con eso de que obispos y cardenales sodomicen en sacristías
y confesionarios a los niños de coro con todo y eso el pobre Villeguillo,
vagabundo segoviano, no renuncia al legado cristiano— demasiado viejo para
cambiar de religión—, sin perder de vista la tradición y el testimonio de los
mártires, que conectaron el Nuevo Testamento con el Antiguo y el fervoroso
politeísmo de los dioses oscuros. De todos ellos venimos, en todos ellos nos
miramos y a través dellos escuchamos la voz del Criador que es polifónica y
habla de mil maneras y en diferentes tonos a los mortales. Que enmudezcan los
púlpitos, bajen su voz los letrados, tiren al suelo sus mitras y sus báculos
episcopales los jerarcas perversos y alcen la vista a los cielos de donde nos
viene el resplandor de un dios más humanado. Zeus se convirtió en Cristo. Aunque el Rollo de la Ley de mis mayores nos
avisa:
—No derramarás
sangre ni semen.
—Bah, eso de
la religión es puro convencionalismo — clamaba a voces el diablo encaramado a
lo alto del acueducto, mientras se trataba de beneficiar a la alcaldesa. A
Belcebú le vuelven loco un culo grande y unas buenas "domingas" por
otro nombre tetas.
—Pues si no
hay Dios, tú tampoco— le dije yo a Satanás que se pavoneaba por aquellas fechas
de haber dado al traste con la unidad patria.
e subi a la
alcatifa de los Sueños. Que es Mun transporte barato para viajar al presente y
al futuro. El pasado es muy negro. Estuvoi teñido de sangre em esta ciudad pero
es así como se construye en el eternio caminar de la historia. Ahora recuerdo
mis tiempos de corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Tamesius con
unas pocas librois en un mini de segunda mano ewn que cargaba un poar de traje
seis mudas un abriho algún libro de rezos y mi maquina de escribir. Yo era un
bohemio. No tuve la suerte de mi colega antecesor Eugenio Suarez. Su nombre
estaba escrito en el cuadro de honor de la vida
En lo alto del
puente romano el Príncipe de la Mentira se estaba colocando o a lo mejor se
estaba haciendo una gallarda el tío guarro. Lo cual que por causa suya España
iba de cabeza. Regresaban los fementidos y Youcan no se cortaba la coleta.
Había vuelto glorioso a la palestra muy ufano tras el permiso de paternidad. Yo
cambio los pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro. Pero a
España la estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora un himno a la
desventura. Pulso de la lira la más sublime cuerda y canto a la mierda. Pues
eso, allí donde están las cloacas del poder.
Es lo que hice
toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas y lupanares, adiciones
a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy digno de colocar sobre mi cabeza
el manto de oración y la tánica pretexta
de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla derramada de tantos
años de perdición, pero sobre todo por la sangre: maté a aquella archivera que
me estaba haciendo la vida imposible, sus insultos, risas y escarnios de la
Gran Bollera, y oprobios, sus carcajeos feminoides con la amiga por el teléfono
¿qué tal andas, chati? acabaron con mi paciencia pero no seguí las enseñanzas
de Job que nos advierte que el hombre es carne de dolor, nace amontonado con la
mierda y a la mierda vuelve entre estertores. ¿De qué te engríes, Villeguillo?
No eres más que pasto de gusanos. Pero no te sulfures, ni viertas lágrimas de
cocodrilo, recuerda la paz de esta república que mediante la bondad, la
sabiduría y no con los misiles aplastará la cabeza de la serpiente, colócate el
manto de oración sobre tu mala cabeza y cíñete al cíngulo de tu sacerdocio,
cubre tus cabellos de ceniza y aguanta el chaparrón. Recuerda que tú eres de la
casta del ligur Silvinus Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint
lumbi vestri praecinti", ataos los machos para defender la verdad.
—Eso son sólo
palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar, suplicar, abajarme
escuchar el silencio de los corderos hasta que rompiera el alba con su esquila
de luz de las mañanas. Es lo que hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que
me
buen enajena.
Mis enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede que lleven
razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos" de haber expresado
mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe vacilante en una vida con no pocas vueltas y revueltas que no
fue nada circunspecta a causa de incomprensiones, persecuciones y sufrimientos.
El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme
desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la
Urbe pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra esculpida cerca del
postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba de un pasado cuajado
en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto: Parce mihi Domine,
parce mihi. Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la piedra de
Publio Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato de Cesar
Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que mecía los pinos
me traía fragancias de un pasado al que viajo con frecuencia en alas de mi
imaginación entre sonido de tambores y flamear de estandartes; desfilan ante
mis ojos las cohortes de manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a
caballo que acampaba en el páramo de San Medel aquel anacoreta que hizo
penitencia en las cuevas del Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para
que vengan en mi ayuda. Aguardo respuesta y me entrego a mis plegarias que son
un monólogo baldío. De la misma manera que yo acometo esta tarea de poner negro
sobre blanco la historia de la ascensión y la caída de mi personaje Manahén
Arije, un vagabundo que fue por la vida sin suerte, que se juntó con malas
compañías, era un pícaro de siete suelas como muchos hispanos, al que tocó
bregar de lo lindo, engañar siempre y trepar por la cucaña de la competencia
echando rivales abajo. Da paz a mis muertos, Júpiter, por la intercesión del
Crucificado. Otorga tranquilidad a esta afligida y tornadiza ciudad de que
anda, confusa, elevando estatuas al diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia
Xeny (el mirlo blanco) la miruella como yo la llamaba cuando era
un bebé. La hija de mi corazón a la cual de
mayor conocí cuando tenía 45 años. Por mi culpa por mi gran culpa.
Rezo la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar. Me dediqué
vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas que
dio sombra a la infancia lo habían talado os mancipes dendricidas y poco
avisados. Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo.
Preguntas sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables
le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí perdido
constituido en estrella filante.
Rezamos,
pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos, cantamos y como
si nada; el dios pone orejas de mercader a las súplicas. Se desentiende. Zeus
mora en otra esfera, nadie sin su permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo
mejor que ese día estaba de mal café o no se había traído el sonotone. En mi mente el mosaísmo, el
islamismo y el cristianismo se conjugan pero antes de que vinieran las
aparecidas y de que el apóstol desembarcase en Padrón en una petera de piedra
los dioses familiares presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de
biblias en verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos
de “Ab Urbe condita” Tito Livio
impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca viva de la cual manaba
un raudal de agua brava, las que se despeñaban desde Peñamellera. Soy un pícaro
un filosofo un historiador, no sé lo que soy, pero estoy al tanto y el que avisa
no es traidor, un gnomo que se trasmuda y biloca porque para mí no hay barreras
ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano de Dios, que todo lo toco y todo lo ve, émulo del Gran
Piscator, lucho contra los malos y aunque a veces haga partija con Belcebú no
soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma de don Cleofás, uno y no más
todos estamos. Pues Segovia como Puente Perin, como Barahona, Brañosera en
Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas encantadas de Cuenca es
lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio coronar con la coroza
de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron garrote a mi amigo don Pablos que
subió los peldaños del patíbulo con mucho senequismo y humor negro, rayano en
el cachondeo, porque al jifero le dijo antes de meter el pescuezo en la toza,
que a la próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que estaban podridas
“porque no todos tienen mi mismo cuajo”.
Vieronse
escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en anfiteatro
espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los pies de Cabra hacía a
pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por detrás fueron desfilando
los ediles y de las ediles y ministras de todas ellas hizo ropa vieja. Porque
lo suyo fue siempre engañar y fornicar.
El padre de la
Mentira se estaba trabajando a la alcaldesa en lo alto del entrecuesto o cacera
que por arriba del acueducto. Escuché a una bruja que decía. Todo te lo daré si
te pones de rodilla y me besas el culo:
—Tente que te
unto
De su boca desdentada
se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La consigna de aquellas
elecciones convocadas por Perico los Palotes fue “tente que te unto”. La señora
Calvo viceministra se quedó entonces en pelota picada. Por delante el bosque de
Bolonia entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con templar
un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el de la Maja desnuda.
Íbamos a elecciones y al pucherazo. Los judíos tenían la tranca de la
demoscopia en la mano y así no hay quien pueda, claro. Siempre será lo que
ellos digan pues tente que te unto. Jugar con las cartas marcadas es una
añagaza del sistema electoral que padecemos y ya se sabe: las urnas las carga
el diablo. En los días de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las cornejas.
Tente que te unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso como dios manda, has
de andar derecho como una vela y a callar, ojito.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabas
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser
la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el diablo con el unto
de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas mágicas se volvieron transparentes,
espíritus puros y empezaron a volar que parecían aves de mal agüero. Los
cielos de Segovia estaban cargados de
ominosos barruntos pues la diablesa de la alcaldesa no paraba de decir “tente
que te unto”. Un grajo infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos
a la estatua de la Virgen María que posaba en el edículo principal del
Acueducto mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco hablaba y
yo le escuché pronunciar una homilía maldita:
─Tiremos abajo
a la Virgen Pura. Acabemos de una vez con toda la cristiandad.
Pusieron
debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El maligno que
contemplaba el atropello encaramado al arco más alto reía mandíbula batiente,
luego empezó a ventoseare, sus discípulos hicieron lo mismo y todo el infierno
estalló en risas y en pedos del Ángel caído. Durante casi media hora toda la
plaza del Azogue olía a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan
profundas, de una violencia tal que los segovianos compungidos salían a las
puertas de sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del
mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la alcaidesa
dijo:
—Os pasa por
judaizar. Ya sois míos
En la plazuela
del azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y tanto discurso los políticos
marranos y los falsos obispos no paraban de sermonear, de dar explicaciones
(ocurre siempre en todas las crisis nacionales; las esquinas se llenan de
plañideras compungidas y de hermeneutas que tratan de explicar lo evidente,
estamos todos hasta los mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo
evidente era que a redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro
perdió la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco tiempo.
Villeguillo hizo esa profecía: el acueducto se
vendría abajo. Que otros salmodien y prediquen y yo decía predícame cura
predícame fraile por uno me entra y por otro me sale. Yo soy Villeguillo. Los
que tiraron a la Virgen María de su pedestal estaban muy ufanos y sudorosos y
entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón Cantimpalos. El mesonero
estaba a la puerta, era un señor gordo y calvo fumando en pipa. Los operarios
de la demolición se pusieron ciegos de
tostoncillo y le dieron tantos besos al jarro que al salir se
desparramaron por la Vía de Roma haciendo eses. Adónde irá el buey que no are.
La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene vuelta de hoja. Afloró en las
pupilas y en los corazones un odio de siglo un deletéreo afán de venganza
Segovia ha dejado de ser cristiana, se ha convertido en Aelia Capitolina. Al
pobre Felipe VI El Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie, pero como
era un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las faldas
de la griega la hija de la Federica, no vaya a ser que metamos la pata, hijo,
no conviene malquistarse con los judíos tú a lo tuyo y a celebrar todos los
años la fiesta del Holocausto pues no quemó al escultor infame que le hizo una
estatua para ser quemada en las fallas. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes
cobardes y dominados por la parienta o con complejo de Edipo son despreciables
e inútiles para el gobierno de la república, cuentan con el desdén de sus
súbditos. Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico que no se atreve a dar
el pasaporte a los catalanes que le faltan al respeto y a los estatuarios
malditos que quieren quemarlo en efigie. España a este paso pronto se
convertirá en un auto de fe, si nadie pone remedio, Y el libelático obispo
Zapatones había firmado las actas
—Parecéis oro
obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones─ dijo Ursicinio el Pecoso
con aires de desafío.
Todos se
encogieron de hombros no hicieron caso de poetas, profetas y profecías. Allá
ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al loro. Villeguillo muy triste
por aquel espectáculo volvió grupas y salió de la ciudad por el puente de
Valdevilla que le vio nacer y jugar de niño y por donde pasaban las legiones
del emperador con su estandarte enhiesto
y el carnero mascota de la Séptima Victrix. La casa y el barrio había
sido arrasada por los judíos, también profanaron una imagen de Santa Bárbara
que alumbraba en las noches los inviernos. Los judaizantes se habían empleado a
fondo en aquella ciudad. No perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la
conversa cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lio con su capellán
que por cierto era un santo y poeta que luego subió a los altares y lo bajaron
no sé si a garrotazos llama de amor viva inflamado de amor divino:
—De Segovia ni
el polvo las zapatillas.
En aquel
instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más a la ciudad de
la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis paisanos siempre fueron un
poco recontrajodidos.
Todos al santo
y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”, consigna de los degenerados
de la oclocracia. Aquí lo importante es ir tirandillo, sumirse en las andaderas
del rollito.
Retumbaban las voces en el transistor del coche,
tenía conectada a la Cope pero aquellas voces venían del más allá, clara
advertencia al llegar a Segovia. Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre
de la catedral, alta, augusta, inescrutable, la dama de las catedrales cuando
de repente empezaron a sonar aquellos gritos desgarradores. El altavoz del
radiocasete del coche subió al más alto volumen a pleno rendimiento de decibelios,
entonces la tierra tembló, vio abrirse una zanja junto a la carretera del
empalme de Revenga con Campamento de Robledo, no me detuve. Pisé el acelerador
muerto de miedo y en la rotonda de Hontoria me topé con una estantigua, una
procesión lúgubre de resucitados. Un fraile fallecido hacía quinientos años
encabezaba el tétrico cortejo. Cantaban responsos, kadishes y lilailas y pude
percibir con disposición armónica y buen concento las estrofas del Dies Irae.
Acordeme entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del Viernes Santo. Las
profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos avanzaba con paso firme
hacia las campas de Baterías donde en mis tiempos hacían la instrucción los
reclutas y los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los ojos no fuera a ser
que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las exclamaciones del
Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un fantasma. Jesús
llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no reclamaba el auxilio de
Yahvé que significa El que Está. El que actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo
Testamento mientras que Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios
justiciero. Por eso los judíos en un intento por no caer en la blasfemia se
abstienen de pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por
sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos de dolor
quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un tiempo nuevo y
sincretista de comunión con las divinidades oscuras. Seríamos crucificados y preteridos
a causa de la cruz. A los discípulos del Nazareno a unos los echaban a los
leones, otros encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la mayor
parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el cartel de
"No person". Se los consideraba peores que bestias de carga. Nos
decía nosotros somos los elegidos, vosotros los paganos, los "goim".
Destruiremos vuestras casas, violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás
e invasiones solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur
de la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel ( morirá del fuego de
San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén) convirtió su iglesia de en una
cuadra, en una cohorte de cerdos y en una perrera de gatos, obligando a los
santos a oler mal, era de los que más alzaba los gallos. Y se volvieron lluecas
las gallinas del corral mediático.
Bergoglio se colocó sobre sus argentinas sienes la
mitra del obispo don Opas era el mandamás de aquel contubernio de anticristos.
Mucho sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros la raza de víboras estás allanando la
historia — yo les dije enfurecido por tales desacatos.
— Nosotros
vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa la Memoria.
— ¿Y qué hay de lo mío? — contesté
— Nosotros somos sionistas, somos los nuevos
cruzados de Zion.
Era un sacerdote de la Ley quien así hablaba de
forma soez en lenguaje de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A mí me seguían pasando cosas. `por poco se sale
de la carretera mi Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a
la altura del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no
llevar un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche todo
indignado y le hablé en catalán:
— Oiga agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a
la Guardia Civil. Además no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color
de la muerte, ningún actor del teatro se viste de ese color da mala suerte.
Estrellas amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos amarillos las portaban de
emblema en el ojal de la americana los judíos rusos que exigían al Politburó
les permitiese emigrar a Israel y hasta que no acabaron con la Unión Soviética
no se quedaron a gusto. Aparentemente
los hebreos se salieron con la suya y hoy el Estado que preside Bibi es una
sucursal del KGB tendiendo puentes con Putin.
El Torras Chorras, jerifalte catalanista un
Orlando furioso contra Hispania, no es nada original, copia a los hebreos
rusos, manda colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la
parva del Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión nueva la
del Holocausto el Odio y la Venganza que sustituya a la del Amor.
— Hablas sin conocimiento de causa
— ¿Cómo, qué? Yo fui corresponsal del Arriba en
Budapest, estuve allí cuando caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas
estrellas amarillas, los refugié en el sótano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador Sanz Briz. En
nombre de Franco salvamos a muchos hebreos. Nuestro caudillo Franco era de
vuestra cuadrilla, pero afortunadamente no era sionista.
— Que te crees tú eso.
Quedó aturdido el agente de la autoridad pues a mí
me salió una vena mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen,
volvíme irrefutable y apodíctico.
— Bueno circule — ordenó el mozo de escuadro, sus
ojos reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé
"este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se
refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos nosotros los
que mandamos en España.
— ¿Vengándose de lo que ocurrió en 1492?
— Eso mismo, pero no quiero perder el tiempo
hablando con un fascista. Venga arranca.
— Yo también soy judío pero de otra tribu
diferente a la tuya. Si yo soy fascista tú eres un nazi sionista que es mucho
peor.
El mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla la boca
— Ni debajo del agua. Para que consigáis que
guarde silencio me tendréis que matar. Soy diacono griego y proclamo mi
Evangelio desde el ambón.
La Guardia Civil permanecía oculta en su recinto
en forma de ángulo convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos muros
paseé yo tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni al
centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en tiranía pues nos
dejó a los españoles sin defensas conservando a los agentes del orden como
cuerpo represor a las ordenes de un periodismo canalla y desalmado— y el Regimiento de Artillería en el que
sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus dependencias
convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España en manos de los
judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie
contando los arcos del Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del
postigo del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi camarilla
justo debajo de la Torre Aceitera — llamada así porque tiene forma de embudo y
es una alcuza que vigilas las alturas de la ciudad — solemne sombra que nos
cobijó el pasadizo de la torre de los guzmanes, la huerta- ya no estaba el
viejo moral que plantó el penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas
cerradas, seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey
Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y avancé por
el Camino Nuevo hasta lo que llamaban el Osario. Una lápida de cemento armado
con consistencia de siglos con una inscripción en hebreo y la bandera de Israel
saludaba al visitante. Algunas personas oraban el con voz compungida y
desalentada oficio de difuntos cerca de lo que ellos creían enterramientos de
sus antepasados el antiguo cementerio judío pero allí no había tal. Aquel no
era el recinto. Aquellas cavernas excavadas en la roca caliza habían sido cavernas
habitadas por ermitaños que hacían penitencia frente a las murallas de Segovia
la ciudad pecadora. La vista era espectacular. Todo el recinto amurallado
recordaba a Jerusalén. La torre de la iglesia de San Andrés ponía contrapunto a
la maciza linterna de la Dama de las Catedrales. A la izquierda quedaba
adelantándose al espolón de la barbacana utilizado durante la edad media como
fortín y más tarde como matadero municipal, aunque antes, mucho antes, estuvo
allí emplazado el osario judío. Paz a los muertos de Israel y a los que analectoficaron
Su Nombre. Elí, Elí, lamma sabactaní.
Españoles sois cristianos, clamad no ceséis, gritad contra los nuevos
inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo estaré con vosotros hasta
el fin de los siglos.
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