DOMINUS
VOBISCUM
Antonio
Parra
Alguien
nada sospechoso de olores a sacristía como un septuagenario, con
bríos de misacantano, aunque las arrugas no perdonen ni tampoco el
cansancio pero que debe de haber cantado el salmo de Ad Deum Qui
Laetificat Juventutem meam, al Señor que alegra mi Juventud, o
varios tiros en el cuerpo y avanzando a paso carga, que cantaba
nuestra vieja infantería, y que conduce un programa de cierre
informativo en la tele metropolita se hacía lenguas antes de ayer
del deseo del papa Benedicto XVI (que es un verdadero santo y un
hombre de Dios, ni oscurantista ni integrista, simplemente un gran
teólogo al que asiste seguramente la inspiración del Espíritu
Santo), de la sabia amonestación en un breve reciente ad sacerdotes
de programar un regreso escalonado al empleo de la lengua latina en
la liturgia.
Desde
luego, el Dragó, especialista en esoterismo, sabe que el
misterio es parte de la historia de las religiones. Que sin misterios
órficos y sin una propedéutica para iniciados no se puede explicar
lo que es inefable y abarcar lo que es inabarcable esto es Dios. Que
la Vulgata o vulgarización estorba en lugar de propiciar a los ritos
eleusinos. En el fondo el actual pontífice esté haciendo quizá una
crítica de refez no a las conclusiones del pasado concilio sino a su
aplicación práctica que ha ocasionado las aberraciones del clero
desorientación en los fieles, un desbarajuste, como nunca se había
conocido, y la mutación del ordo misae
(consagración eucarística para los Latinos, epiclesis para los
Griegos) y que ha permanecido inmutable durante quince siglos, dando
paso a un nuevo orden.
La
iglesia oriental en esto ha dado un ejemplo a la occidental, menos
aferrada a las tradiciones. Y nada se diga de lo que es costumbre
entre los israelitas. Ellos no modifican una iota de sus legados
rituales. Ya ocurrió en el siglo XVI con la divulgación de la
biblia en idiomas romances, titánico esfuerzo del cardenal Ximenez
de Cisneros, que contribuyera abrir el tiempo del esplendor de Trento
por un lado, pero por otro fue piedra de toque de la desbandada de
Lutero y del cisma anglicano. Una religión no tiene por qué
entenderse y las palabras han de conservar algo de aquel aire mágico
del abracadabra de las vestiduras sagradas de los sacerdotes hebreos
o los griegos.
Tiene
que ser estudiada e interpretada. En esto los judíos que se pasan
años y años estudiando la Cabala sientan un precedente a los
católicos despondentes en su incuria y aferrados a la fe del
carbonero. Porque la palabra de dios es palabra de vida pero a ella
hay que ir con tiento. Es el final del camino de una larga ascesis. Y
de contemplación. Mejor con el corazón que con la razón.
Los
jesuitas del XVII al tratar de divulgar las conclusiones tridentinas
confeccionaron una religión empalagosa y obsesiva con el sexto
mandamiento, demasiado pudibunda y predicadora de cristos de
alfeñiques y de vírgenes de escayola. Errare humanum est. Somo
falibles. Pero ahí están las palabras mágicas de la salutación de
oficio entre los latinos que se corresponde con el ruso “Mir
Fsiej” o el rumano “Pace
tuturo”
Este
grito de acogida y deseo de bienandanza volverá a sobar el próximo
día 7 cerca de la estatua de Felipe III y de los soportales de la
Plaza Mayor de Madrid donde los rumanos que son ingente cantidad
celebrarán al aire libre la misa de la aurora conforme al Rito de
San Basilio (no se lo pierdan, es todo un espectáculo). Los
orientales vuelvo a insistir nos dan una lección a los rubriquistas
occidentales que ay hemos perdido el rito muzárabe, o casi, y el
cual tanto se parece al de San Basilio el Grande. Pero es toda una
señal de optimismo para el Zeitgeist actual preñado de pesimismo de
algunos morosos o ronceros a la hora de interpretar la historia.
¿Quién nos iba a decir cuando cayó el comunista y remataron en el
suelo nevado de Timisoara al cadáver acribillado a balazos del
caudillo Ceaucescu o ”Conducator” que
se iba a producir esta floración, 18 años después de aquel
magnicidio, de espiritual rumano y precisamente en Madrid (llegan y
llegan presidente y cada vez más y Coslada es su territorio
comanche) o que el derribo del muro de Berlín iba a galvanizar a la
Ortodoxia que se consideraba casi fenecida en la Rusia de los Zares.
La
Iglesia Católica, mientras tanto, languidece a mi juicio en sus
templos vacíos de juventud y amodorrada en una celebración
litúrgica donde todo al parecer se da mascado por la rutina o se
entiende y la gente parece aburrirse más. Han suprimido los púlpitos
pero los curas se van por las ramas en sus homilías y sermones y
parecen mostrar un cierto miedo a la proclamación del evangelio y a
cantar la verdad. Y a este estado de cosas no hemos llegado porque
haya habido una conspiración judeo-masónica como piensan algunos
que tienen parado el reloj en hace medio siglo. La iglesia se renueva
constantemente. Y ex oriente lux. Siempre amanece por el Este.
Esperamos la alborada de un tiempo nuevo que remozará pero no
suprimirá lo viejo.
Ad
Deum qui laetificat juventutem meam, dice el responso (al dios que
alegra mi pubertad). El pueblo de dios siempre es joven. Algo está
en marcha. Algo nuevo ha nacido. Esta perenne juventud de la iglesia
forma parte del conocimiento de que sus cimientos se basan en la
acción del Espiritu Santo. Para mí es un timbre de gloria las
amonestaciones del querido papa Raztinger, que es ecuménico pero
ecuménico en el verdadero sentido de la palabra de católico y
universal, a favor del uso del latín. Es la lengua en que hemos
rezado y cantado toda una generación de creyentes que pensamos en la
venida del Reino de dios y en el siglo futuro y no nos las damos de
integristas, retrógrados o renegados, pedisecuos del iluminado
Lefevre ni tomamos el pelo a nadie pero procuramos el bien de los
hermanos y les damos un consejo cuando desvarían o andan
descarriados. Cierto, nos gustan las misas según el canon gótico o
isidoriano que todavía se celebra en algunas catedrales españolas.
Como esta misa del alba celebrada –aduzco testimonio gráfico-
todos los días por un canónigo en la cripta de Compostela ante el
lucilo que guarda los huesos sagrados del apóstol y que oímos con
gran devoción siempre que a Santiago peregrinamos. Dominus Vobiscum.
La paz sea con vosotros. Et cum Spiritu tuo. Y con tu Espíritu.
Amén.
Qué
saludo más útil para estos tiempos en que la gente va que pierde el
bofe y anda un poco enajenada, y en su clastomanía se vuelve
delirante. A mis enemigos les deseo una paz del espíritu que a mí
me sobra y a ellos les falta. Haya paz y tranquilidad en medio de las
zozobras y borrascas de esta vida. Cristo en todas las almas. Buenos
días. Saludé a mi vecina. Es de comunión diaria. Respondió a mis
albricias pegando un sonoro portazo. El culo no le cabía por la
puerta. Y la cara de bilis. ¿Esta gente es cristiana? Oiga qué está
pasando aquí.
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