EL GENERAL CHICHARRO
SE COME UN CHICHARRÓN
Ya está el gato en la
talega. El lío montado vuelco de viceversas y no me la enseñes más que me
matarás. Defender nómina y el escalafón y ponerse medallas de batallas
perdidas: el Sahara entregado. Marchas verdes e invasiones que vendrán, guerra de
Yugoslavia. Y estar ahí en un despacho con moqueta para contarlo.
En Krasny Bor nos dieron los rusos hasta en el
carné de identidad pero quedaron algunos valientes para la narrativa de aquel gesto heroico. Eran unos soldaditos que
miraron a la muerte cara a cara. Un puñado de ellos sobrevivió al ataque de la
horda marxista que avanzaba sobre las líneas a base de traguillos de vodka y
con comisarios a retaguardia a punta de pistola. Como Tomás Salvador, Fernando
Castiella, José Luis Berlanga, Donato León Tierno, Luis Romero, Emilio Lorenzo,
Dionisio Ridruejo, inter alia.
Así que no nos venta
este Chicharro que se ha apropiado de los papeles del General Franco por recado
de los sionistas con alicantinas en plan de “miles gloriosus”.
Aquí abundan los
personajes dignos de comparecer como
personajes de la comedia de Plauto calzándose el coturno.
La orden de desespañolización y desmovilización
viene precisamente de las instancias a las cuales este general en la reserva
ampara y defiende para preservar la nómina del “Correo de España”. Son los mismos
financieros de los separatistas y de Podemos.
La novela de Salvador “División 250” es un estruendo profético
al aire de un treno de Jeremías: Rusia resucitará. Yo creo en esa profecía del
gran novelista palentino el divino sordo de Villava, el mejor novelista de
aquella generación, que perdió el oído a causa de los estampidas de una batería
de la Wehrmacht que disparaba contra los rusos con un cañón de calibre de
artillería de costa.
Le recuerdo a
vuecencia que todos los comisarios eran judíos y muchos como Ilia Ehrenburg y
el cheposo Rosemberg implantaron el terror rojo y la checa en la guerra de
liberación nuestra. Está claro que era una devolución de visita. Stalin a muchos
de ellos les mandó liquidar pues le estorbaban o los largó a Siberia donde
organizó una república hebrea independiente.
No se lo perdonarán
jamás.
El oráculo no satisfizo
al gran sanedrín.
Rodrigo Royo se enamoró de una hebrea en Vilna
y trató de salvarla de la Gestapo como cuenta en su novela “Guerra”.
Entrambos (Salvardor y
Royo) murieron arruinados, humillados y ofendidos por los de una Falange espuria
hecha a la medida de los fulanos de “Pueblo” el Merino, Antonio Izquierdo, Latorre,
de la Viuda, José María GARCÍA, los dos Reverte, Navas, Amilibia y otros
canallas. Inventores del periodismo color butano. Fueron los trepas de la
cucaña del franquismo.
Yo me he movido en
dirección contraria a toda esta corte de aduladores, en demanda y procura de la
verdad y he constatado hechos “Franco y Sefarad un amor secreto” un
texto del cual me arrepiento.
El pueblo errante
sigue haciéndose la pregunta de Pilatos: “quid est veritas”. Y es que la verdad
les importa dos rábanos. Sólo tienen memoria para lo que les interesa. Son propagandistas
consumados a sabiendas de que la razón histórica no les da la razón por lo cual
la desdeñan.
Nos toman el pelo. Nos venden la burra mal
capada.
Para espantar el fantasma del deicidio que
pesa sobre sus espaldas controlan, adalides de la publicidad, la tesis y la antítesis,
explotan incluso el antisemitismo como vacuna de supervivencia, y andan ahora
en una promoción deletérea gritando por ahí Delenda est monarquía et delenda est
Hispania.
Porque el odio y la
autoflagelación les ayuda a sobrevivir El gran consejo ha gritado Delenda est Hispania.
Un ángel negro bajó y agitó
las aguas llenando a nuestra querida patria de humo y confusión.
A chicharrones como
usted mi general de una Armada que pierde todas las guerras le convendría
callarse un poquito y no profanar la memoria de aquellos españolitos que
sucumbieron a causa de la incapacidad de un mando alemán que se puso nervioso y
no pudo contener el impulso arrollador de la infantería soviética.
Los organillos de
Stalin los coparon como conejos y muchos perecieron aplastados por los relejes
de los carros rusos en el mismo pozo de tirador donde se apostaban.
Usted, general, no
estaba allí. Quedó para contarlo y colocarse medallitas. Cómase el marrón,
mastique su chicharrón y no nos le regüelde luego por favor puesto que al
general Franco no le hace ningún servicio. Más bien todo lo contrario
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