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domingo, 7 de enero de 2024

 MISA DE GALLO EN MOSCÚ IRRADIANDO BELLEZA CARIDAD. CARISMA Y COMPRENSIÓN

 

Año tras año, gracias a Internet, ese invento maravilloso, vía satélite puedo asistir a la misa de la Natividad en la catedral del Salvador.

Me lleno de belleza, me empapo de hermosura, de perdón y de esperanza: el halo mágico de la luna brillando tras mi ventana, el silencio de la noche de Epifanía, las luces que se apagan. Esto es lo que llamaban los griegos “filocalía” (culto a lo bello)

 Los magos que se van después de la gran cabalgata.

Pero una luz sigue brillando en Oriente. Luz de las almas. El brillo de las capas pluviales de los popes, las luengas barbas de los archimandritas, la voz serena y nítida del patriarca. El protodiácono Constantino, un moldavo que perfora las profundidades del Averno al hacer la octava baja, mientras otro preste hace el contrapunto y ataca las letanías, al grito solemne: Dios ha nacido. 

Mensaje de paz para una humanidad convulsa, en guerra, desorientada y borracha. Atrás un coro mixto de voces mágicas entona villancicos. No hay nada más bello que la voz humana, olvidémonos de las guitarras, del oboe triunfal, la ocarina ALEGRE Y PINTURERA, los violines sollozantes, la flauta travesera trinos en el bosque, el rabel que llora y canta. 

Casi tres horas de pie. Clerecía y feligresía aguantaba a pie enjuto el rito solemne de esta misa de gallo que fue larga. 

Las cámaras de la televisión nos mostraban la belleza de estas caras rusas mientras los ángeles del cielo subían y bajaban paseando desde las cúpulas al triforio, perfumando el iconostasio con el batir de sus alas para repetir el mensaje que anunciaron en la aldea palestina de Belén.  Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. 

Terminada la ceremonia, ya muy de madrugada, besé los iconos y me fui a la cama.

 

domingo, 07 de enero de 2024

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