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jueves, 16 de enero de 2020


ALCÁZAR DE VELASCO EL ESPÍA DE FRANCO





Cuando vino a verme al sótano en que teníamos la oficina de Pyresa en Roland Gardens Ángel Alcázar de Velasco me recordó que en aquella casa en la que habitaba un servidor había vivido Jules Rolland y tenía su historia porque en ella vivió poco antes que el escritor francés un espía alemán al que pillaron y luego ahorcaron en la Torre de Londres.

-Pero no te preocupes, Parra, que a ti no te pasará.

-Se me ponen de corbata, Ángel.

Luego se arrellanó en el sofá rehusó el güisqui y entre muchas tazas de té me contó la apasionante historia este hombre que en calidad de jefe de prensa de la embajada de prensa franquista ante la corte de San Jaime estuvo en el ojo de mira de los M01 y logró escapar. Esta vez había entrado en Inglaterra con pasaporte falso. “Si se enteran de mi verdadera identidad estos hijos de puta me follan, Parrita”. Era un buen compañero de Pyresa y buen amigo mío.

Sólo había venido de compras a los grandes almacenes de Regent Street como un turista español más.

Por sus manos y por su cabeza habían desfilado muchos de los secretos de la historia de España y del mundo a mitad del siglo pasado. Fue uno de los fundadores de Falange y por su amistad con Hedilla participó en el compló de Salamanca, condenado a treinta años y posteriormente indultado. Se pasó la guerra en chirona. En 1940 a este periodista de raza- los buenos periodistas y escritores se dejan querer por los servicios secretos- lo enviaron a Londres. Era germanófilo.

En pleno “blitzkrieg” con bombardeos cada noche dijo vivir lances memorables, historias de amor en una ciudad donde todo extranjero era sospechoso. Había sido mozo de taberna y novillero. Sabía lo que representaba ponerse delante de los cuernos de un astado. La vida le había dado bastante cornadas. “Gracias a mí se libró a Luis Calvo el corresponsal de ABC de ser fusilado por los ingleses”.

Parecía uno de esos majos galantes del siglo XIX o tal vez a un cantante de ópera en retiro. Hombre valiente y generoso pero ardido. Un verdadero mozo de Monleón aquellos que fueron a arar temprano para ir luego a la capea. Había nacido en Mondejar en 1909 y fue autor de libros tan importantes como testimonio de su militancia al lado de las potencias del Eje: “Serrano Suñer y la Falange”, “Martín Bormann no murió en Berlin, yo le llevé A Sudamérica”, “Los siete días de Salamanca”, “La Gran Fuga del fuerte de Pamplona” y toda una serie de textos en los que desplegó sus conocimientos de tauromaquia. Un torero, vaya.

Después de la entrada de los rusos en Berlín su estrella se eclipsa y es muy perseguido por los elementos afectos a la Iglesia y al clan de Carrero Blanco. Participó en una conjura para asesinar al Caudillo. Es condenado a muerte y tras varios años en presidio sale suelto merced a los buenos oficios de algunos falangistas de la vieja guardia.

Odiaba a Franco, decía que era un ser pernicioso, un sefardita típico: bajito, narigudo y barrigudo, de aspecto feminoide y que hablaba con una voz atiplada. Paca la culona, como le llamaba Queipo de Llano. No resolvió el problema vasco ni el catalán antes bien les dio alas a los descuartizadores de la unidad patria. Los curas con los que se llevaba bien luego lo dejaron al final en la estacada porque en el Vaticano vive gente muy peligrosa para la paz del mundo.

“La guerra española fue una olla podrida que se coció en los fogones diplomáticos londinenses” me confesó.

-Samuel O´Hara. ¿No has oído hablar de Samuel O´Hara?

-Fue el embajador inglés en Madrid.

-Era un tapado de los Rotschild. Él le dijo a Franco lo que tenía que hacer. Éste siempre estuvo a las ordenes de los banqueros. Hizo bien las tareas porque era aplicado, obediente, cachazudo y nada impulsivo, se pensaba bien las cosas como buen gallego. Por eso murió en la cama, una muerte que no suele ser frecuente entre los dictadores.

Por aquellos días de 1973 confieso que el punto de vista de Ángel Alcázar de Velasco me causó cierta sorpresa si no hilaridad pero al cabo de los muchos años se han confirmado tales supuestos como la más inexorable de las profecías. Franco era un anglófilo. “Gibraltar no vale una guerra”. Su estratagema antiestalinista le valió el favor de los norteamericanos que nos mandaban leche en polvo y aquel queso de Iowa que sabía a rayos, les cedió las bases. Do you speak English? Pero nunca logró hablar en inglés y ese es un nefasto complejo que heredaron muchos gilipollas en nuestro país.

Como político supo jugar siempre con las cartas que le ponían sobre la mesa.

-Pero salvó a los judíos perseguidos a miles, Ángel?

-¡Como no los iba a echar una mano. Eran los de su raza!

Cierto: por apellido, por genes, por forma de ser y de actuar Franco era el semita típico que se granjeó la amistad y el favor de los grupos hebreos del Marruecos español en sus primeros tiempos de soldado. Ellos consiguieron promocionarlo al generalato y acabaría siendo el más joven de todos los mandos. El vuelo del Dragón Rapide lo pagó el judío mallorquín don Juan March.

Otro rasgo de su carácter era la dureza y falta de generosidad. No había en su persona una sombra de agradecimiento. Era un hombre impávido carente de esa vehemencia tan típicamente hispana. Sangre de horchata le decían los mandos cuando peleaba contra Abdelkrim en los blocaos, pero aquella sangre de horchata había sido trasfundida con muchos redaños. Al médico que le salvó la vida cuando le pegaron el tiro en la barriga en el Rif lo fusilaron los nacionales sin que su antiguo paciente al que le debía la vida moviera un dedo por salvar a este cirujano de ideas republicanas.

El libro que escribí sobre las relaciones del Caudillo con Sefarad se centra sobre este aspecto de ayuda a los hebreos en peligro que habían sido abandonados por sus propios mentores británicos y norteamericanos, los de las juderías del Este. Pero siguiendo la pauta y el rasgo de carácter ya apuntado: que el pueblo de Israel no suele ser generoso, tal vez debido a una altanería atávica, ni Ben Gurion ni sus sucesores reconocieron a su antiguo benefactor en tiempos difíciles. Le acusaron de ser amigo de Hitler.

Franco jugó el papel que le asignaron de “semita antisemita”. Es una fórmula más, conforme a las estipulaciones talmúdicas, de portar la llama del fuego sagrado que les conducirá no sólo a la Tierra Prometida sino al Dominio Universal.

Antes de que ZP lanzara su tesis sobre su alianza de las civilizaciones, Franco se mostró como un globalita consumado. Según Alcázar de Velasco, la monarquía es un corolario al régimen franquista de la misma forma que el cristianismo es un judaísmo de segunda mano. Leía por aquellos días “Los Protocolos de los Sabios de Sión”

-España volverá a la marranería. Es lo que quiso Franco- y mi amigo dio una chupada indolente a su cigarro negro.

-¿Y?

-Pues que nosotros querido Parrita tendremos que hacer mutis por el foro. Desaparecer. Para el Kahal no existimos. Borrarán nuestros nombres del libro de la vida. Ellos traerán a sus propios oradores, a sus escritores, a sus cronistas a sus historiadores que contarán la historia a su modo y nosotros no tendremos chance. Sólo se fiarán de sus propios amanuenses. Todo su afán es borrar la memoria. Cumpliendo el precepto bíblico arrasan las casas y siembran los campos de sal de sus antiguos enemigos. Menudo panorama.

-Pero ¿la verdad?

-La verdad ellos se la pasan por los cojones.

-Al menos nos quedará el derecho al pataleo.

-También ese derecho se lo pasarán por el forro los cojones- insistió Ángel.

-Vámonos a comer.

Le invité a comer en un restaurante de South Kensigton. Nos bebimos dos botellas de “chanti”. Aquel vino pasaba bien pero no era el vino valenciano que se acostumbra a beber en Guadalajara. Vino de las capeas que recordaba Ángel el cual en las tabernas y en los figones de Londres recuperando una de las prevenciones en seguridad de sus tiempos en el espionaje cuando fue perseguido por los sabuesos del M15 que eran más correosos y fieros que la GESTAPO según me intimó, nunca se colocaba de espaldas a la puerta sino siempre con miras a una salida por donde escapar en cualquier caso.

Creo que Ángel Alcázar de Velasco también era judío y jugó la carta de la luz, no la de las tinieblas talmúdicas, un poco como Franco al que no podía ver ni en pintura y al que culpaba de todos los males presentes y futuros de nuestro país al que tanto amamos porque el verdadero Israel estuvo ubicado en Sefarad. Y guarda los secretos, misterios y maldiciones de toda tierra prometida.

Mas “de gustibus non disputandum est”, decía el clásico.

Ángel Alcázar de Velasco ¡Presente! No te olvides de mí dondequiera que estés.

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