SAN ANTÓN
LA GALLINA PON
Dio gracias a Adonai por haber salido con bien del intento
de envenenamiento en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar a las
estrellas donde se inscribe nuestro destino en busca de señales. Los dioses
mandan desde el firmamento un aviso. Y, ya con el alta médica en el bolsillo,
al abandonar el hospital enclavado en los cerros de Majadahonda se veía la
sierra cubierta de un manto níveo bajo los arcos del austero monumento a
Mota y Marín, aquellos dos valientes rumanos, voluntarios de la Guardia de
Hierro, que dieron su vida por España allí en aquellos recuestos por donde
Madrid se urbaniza y dejó de ser campo. De modo que volvió a su casa que estaba
a unas manzanas del centro médico, respirando hondo y pisando fuerte ufano de
haber sobrevivido. La internista asturiana le hizo una transfusión de sangre
con un fármaco antídoto de neutralización de la belladona. El Analecto y
la Abamita vaya un par de cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se jodan.
Entre potas pucheros anda el Señor pero también se esconden los asesinos. Así y
todo estaba muy dolorido y quemado por dentro. Les hubiera pegado a los dos un
tiro, si no hubiese temido a volver a la cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
─Eso que su merced realiza, Majestad no sólo ofende a Dios y le
conduce al infierno también está muy feo─ le reconvenía la madre superiora de
las concepcionistas de Agreda.
─Ya lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía una libido
desbocada, era insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de furor
uterino. En todo caso su sensualidad se parecía a las de las mujeres. Sus
biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos. Engendró a más de de
setenta hijos naturales y hasta podría ser que llegara a tirarle los tejos a
sor María que era bastante guapa pero no consta porque era una santa y devolvió
escandalizada los billetes enamorados que el rey le mandaba hablándole muy
seriamente de las penas del infierno y del cruel destino reservado a los
concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero. A don Gumersindo le hacían reír
estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su rama conversa está obsesionado
con las llamas infernales y con el sexo pero él ya no era joven para escandalizarse
por tales asuntillos. Mirando las cosas con cierta distancia y sin
apasionamiento, la misión de los reyes es engendrar muchachos y la obligación
de las reinas parirlos. Ardua tarea porque muchas de aquellas pobres y tristes
reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad provecta. De este peligro
nos advierte una visita al pudridero del Escorial donde se amontonan las
sepulturas de recién nacidos perro España y yo somos ansí, señora. Que quieren
vuescerdes que yo faga. El rey Felipe no lo podía remediar trigger
happy de bragueta pero nunca probaba el vino, la probaba la caza y
tenía un gusto exquisito por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san
Antón pascual son. El padre Ángel estaba solemne y más orondo con un ocho que
no le cabía un piñón por culo bendiciendo a los burros, los perros y garos del
todo Madrid. Abrió las puertas del templo en la calle Hortaleza a los nobles
brutos Dios le perdone porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que
tiene un sexto sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las
fieras no les está permitido pisar sagrado y un día de San Antón yo vi a un
gran danés tan enorme como un oso andar por la predela olisquear las vinajeras
de la credencia en el altar mayor. El perrazo entre gruñidos y ladridos se puso
a cantar la epístola de la misa del día a los desamparados de Madrid. Su
aspecto era feroz como el de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera
efigie del diablo que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus
sotana ínfulas animalistas y buenismo pero no vamos ahora a sacar las cosas de
quicio.
FUEGO AMIGO
Arroaban los
jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los
caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los canarios,
gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la gallina,
ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el aullido del
lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los
dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la
mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al monte con sus
borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus amigos los
curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos rencor y
omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba historias
increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y
otros autores carentes de ingenio. Explotaban el filón. Franco era una mina.
Tenían que eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse brecha a
codazos. Ya decía don Miguel que vivimos en un país de rencores pero ese toro
de Intereconomía no es un miura sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes
mucho del pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores
de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se
alzan los farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas
caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su
reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós
Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en
España para chupar imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear.
¡Pécoras! Arrúan los jabalíes ya digo. El Analecto y la farota de la Leo abrían
la puerta del infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT. En
una jaula de su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que
llamaba “Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol trinando partituras de ópera con
lo que daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír
salmodiar a Caruso se olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera.
Fue un golpe seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir
tortillas con tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi
rosario. ¿Por qué te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa
propia. Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres
de You Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba
cien patadas en la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los
cartapacios de tareas bajo el brazo. Los apuntes de Facultad se habían
convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La prensa del Duerno
gustaba de comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó
yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo acelerada
agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se
demostró que era tan bueno con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de
guasca y para el otro bar
FUEGO AMIGO
FUEGO AMIGO
ARROABAN los
jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los
caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los
canarios, gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la
gallina, ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el
aullido del lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te
muestra los dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que
te pasa la mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al
monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus
amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos
rencor y omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba
historias increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío
Momas y otros autores carentes de ingenio. Tenían que eliminar al otro para que
no les hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que
vivimos en un país de rencores pero ese toro de Intereconomía no es un miura
sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho del pelo blanco va a lo
suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores de España pero su afán es
enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se alzan los farallones
derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas caso. La chati del
Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su reserva papeles
higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós Vallecas. Ellos
defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en España para chupar
imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear. Arrúan los jabalíes ya
digo. El Analecto y la farota de la Leo abrían la puerta del infierno a los
clientes mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula de su esconce tenía
nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba
las mañanas de sol trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y
dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban
de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma
para que no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir
sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste
las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega.
Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can. El bueno de
Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga
y su chati le ponía nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el
brazo. Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de gobierno.
Marxistas de salón. La prensa del Duerno gustaba de comparar a los de Podemos
con los de Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño charco de
sangre tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la
hora de expirar. Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma
como con la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. Carmen
Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la
pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por
teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que
me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia
y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían
en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de
Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta
Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas
y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a
piaras de estos súridos animales impuros y no precisamente de compañía. A veces
se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían
convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había
determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él
caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina
Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de
irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es
vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de
estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado
fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Abamita mujer farota
y poco contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más.
La policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del
Manzanares. Carmen Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no.
Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía
que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades
digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena,
se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía arruando el
gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los
desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote
cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por
las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de
Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros. A veces se atrevían
incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían convertido en
plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había determinado el regreso
de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos
por la parte central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la
hucha del horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se
dio cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se
puso el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde
estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela
del Julifer. La Abamita mujer farota y poco contemplativa había envenenado
aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los encontré pajaritos
cerca del nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares.
OJO DEL CULO. OJO DE RA. OJO FLOGÍSTICO
Llegó a casa desaforado, sintiendo el aliento de los alanos de
San Antón que ladraban en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel cura
trabucaire asturiano. Canes en la iglesia mala cosa. es como decir vienen
sastres, al infierno vamos y en la lúcida mañana de invierno sacó, ganado su
esconce, refugio de sus libros, radios y rosarios, la petaca, atascó la pipa,
hirvió café en el infiernillo aquella infusión le sentaba bien para aplacar su
conciencia y mitigar el hambre que siempre padecía, prendió la cachimba que era
su mejor amiga en tiempos de desolación, cimbel y zumbel la peonza de las
añoranzas daba vueltas, girando sin parar, se acordó de su amigo Nilo que
acababa de tirarse al tren. Nilo escritor en tiempos infaustos del reinado del Rey Borracho al que sucedió su hijo Tontolinón VI al que llamaban medallas pues sólo exhibía su
borbónico valor en los desfiles y besamanos había acumulado una intensa obra.
Le había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a ciclostil. Nilo,
inédito, literato sin suerte pero con harto talento, se equivocó de época.
Arije guardaba en los altillos del chiscón de Majadahonda las obras de su
amigo. Las publicaría algún día si tuviese dinero. Lo haría. Aguardaría
ilusionado la llegada de los paquetes que le enviaba la editorial contra
reembolso, iría por las librerías. los libreros los pobres que estaban muy
alcanzados porque los Mandiles no prohibieron la censura pero se empeñaban en
poner astillas en el radio de las ruedas de los autores nuevos aquí sólo
escribe el que yo diga y sólo editará el del pensamiento correcto. El esquema
de acabar con la rica, maravillosa y sufrida historia de la literatura española
sólo entraban en tórculos autores ingleses y norteamericanos, formaba parte del
proyecto de destrucción de España. Querían degollar su cultura y trucidar sus
sueños. Nilo Popín admirador de
Francisco de Quevedo se suicidó amargado de verse obligado a comerse las
ediciones de sus obras. En las librerías le rechazaban sus textos por no tener
distribuidor. La luz de enero se colaba por el montante. De allí llegaba el
ruido de la calle. Majadahonda se había convertido en una ciudad populosa
arrabal de Madrid. Las tenadas de los pastores de la Mesta que venían de tierra
Segovia dieron paso a la avalancha de constructores del Real State. Surgieron
como hongos la urbanizaciones de adosados. ¡Pobre Propinas! Hacía causa común con él mira que tirarse al tren! En su
memoria encendió la cachimba y sentado en el sofá destartalado al lado de la
chimenea comenzó a leer un capitulo de la novela de su amigo. No era un libro
del Reverte ni de la Hija del Yale el que tiró a su mujer por la ventana en Toledo
ni uno de esos autores insulsos introducidos a machote y a barrisco en la lista
de los más vendidos. Su difunto amigo escribía en tenor de los clásicos
comprometido con su tiempo;
"Don Nilo el hombre,
librero de lance, un santo varón, un justo de Israel, amor en tiempos revueltos
(ya ha vuelto a salir la frase hecha) desde que lo suspendieron de empleo y
sueldo porque, condenado a galeras, le pusieron de compañero de terna a un
marica, y pederasta, erudito muy ilustre de la ciudad de Burgos, conversación
amena pero que tenía una debilidad imperdonable por el culo sobre todo por el
de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose condenado no hacía otra
cosa que lamentarse de su mala suerte y echaba pestes contra la Organización
pero ésta era un muro infranqueable hasta que un día le pegó un meneo a su
compañero de filas y lo
Dio gracias a Adonai por haber salido con bien del intento
de envenenamiento en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar a las
estrellas donde se inscribe nuestro destino en busca de señales. Los dioses
mandan desde el firmamento un aviso. Y, ya con el alta médica en el bolsillo,
al abandonar el hospital enclavado en los cerros de Majadahonda se veía la
sierra cubierta de un manto níveo bajo los arcos del austero monumento a
Mota y Marín, aquellos dos valientes rumanos, voluntarios de la Guardia de
Hierro, que dieron su vida por España allí en aquellos recuestos por donde
Madrid se urbaniza y dejó de ser campo. De modo que volvió a su casa que estaba
a unas manzanas del centro médico, respirando hondo y pisando fuerte ufano de
haber sobrevivido. La internista asturiana le hizo una transfusión de sangre
con un fármaco antídoto de neutralización de la belladona. El Analecto y
la Abamita vaya un par de cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se jodan.
Entre potas pucheros anda el Señor pero también se esconden los asesinos. Así y
todo estaba muy dolorido y quemado por dentro. Les hubiera pegado a los dos un
tiro, si no hubiese temido a volver a la cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
─Eso que su merced realiza, Majestad no sólo ofende a Dios y le
conduce al infierno también está muy feo─ le reconvenía la madre superiora de
las concepcionistas de Agreda.
─Ya lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía una libido
desbocada, era insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de furor
uterino. En todo caso su sensualidad se parecía a las de las mujeres. Sus
biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos. Engendró a más de de
setenta hijos naturales y hasta podría ser que llegara a tirarle los tejos a
sor María que era bastante guapa pero no consta porque era una santa y devolvió
escandalizada los billetes enamorados que el rey le mandaba hablándole muy
seriamente de las penas del infierno y del cruel destino reservado a los
concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero. A don Gumersindo le hacían reír
estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su rama conversa está obsesionado
con las llamas infernales y con el sexo pero él ya no era joven para escandalizarse
por tales asuntillos. Mirando las cosas con cierta distancia y sin
apasionamiento, la misión de los reyes es engendrar muchachos y la obligación
de las reinas parirlos. Ardua tarea porque muchas de aquellas pobres y tristes
reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad provecta. De este peligro
nos advierte una visita al pudridero del Escorial donde se amontonan las
sepulturas de recién nacidos perro España y yo somos ansí, señora. Que quieren
vuescerdes que yo faga. El rey Felipe no lo podía remediar trigger
happy de bragueta pero nunca probaba el vino, la probaba la caza y
tenía un gusto exquisito por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san
Antón pascual son. El padre Ángel estaba solemne y más orondo con un ocho que
no le cabía un piñón por culo bendiciendo a los burros, los perros y garos del
todo Madrid. Abrió las puertas del templo en la calle Hortaleza a los nobles
brutos Dios le perdone porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que
tiene un sexto sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las
fieras no les está permitido pisar sagrado y un día de San Antón yo vi a un
gran danés tan enorme como un oso andar por la predela olisquear las vinajeras
de la credencia en el altar mayor. El perrazo entre gruñidos y ladridos se puso
a cantar la epístola de la misa del día a los desamparados de Madrid. Su
aspecto era feroz como el de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera
efigie del diablo que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus
sotana ínfulas animalistas y buenismo pero no vamos ahora a sacar las cosas de
quicio.
FUEGO AMIGO
Arroaban los
jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los
caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los canarios,
gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la gallina,
ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el aullido del
lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los
dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la
mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al monte con sus
borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus amigos los
curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos rencor y
omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba historias
increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío Momas y
otros autores carentes de ingenio. Explotaban el filón. Franco era una mina.
Tenían que eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse brecha a
codazos. Ya decía don Miguel que vivimos en un país de rencores pero ese toro
de Intereconomía no es un miura sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes
mucho del pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores
de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se
alzan los farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas
caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su
reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós
Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en
España para chupar imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear.
¡Pécoras! Arrúan los jabalíes ya digo. El Analecto y la farota de la Leo abrían
la puerta del infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT. En
una jaula de su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que
llamaba “Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol trinando partituras de ópera con
lo que daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír
salmodiar a Caruso se olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera.
Fue un golpe seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir
tortillas con tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi
rosario. ¿Por qué te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa
propia. Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres
de You Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba
cien patadas en la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los
cartapacios de tareas bajo el brazo. Los apuntes de Facultad se habían
convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La prensa del Duerno
gustaba de comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó
yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo acelerada
agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se
demostró que era tan bueno con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de
guasca y para el otro bar
FUEGO AMIGO
FUEGO AMIGO
ARROABAN los
jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los cuervos relinchaban los
caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la gata, cantaban los
canarios, gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la coruja, cacareaba la
gallina, ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo es escuchar el
aullido del lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te
muestra los dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que
te pasa la mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al
monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus
amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos sienten hacia vos
rencor y omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de Intereconomía devanaba
historias increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido y lo mismo hacían Pío
Momas y otros autores carentes de ingenio. Tenían que eliminar al otro para que
no les hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que
vivimos en un país de rencores pero ese toro de Intereconomía no es un miura
sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho del pelo blanco va a lo
suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores de España pero su afán es
enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se alzan los farallones
derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas caso. La chati del
Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su reserva papeles
higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós Vallecas. Ellos
defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en España para chupar
imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear. Arrúan los jabalíes ya
digo. El Analecto y la farota de la Leo abrían la puerta del infierno a los
clientes mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula de su esconce tenía
nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba
las mañanas de sol trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y
dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban
de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma
para que no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir
sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste
las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega.
Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can. El bueno de
Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga
y su chati le ponía nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el
brazo. Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de gobierno.
Marxistas de salón. La prensa del Duerno gustaba de comparar a los de Podemos
con los de Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño charco de
sangre tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la
hora de expirar. Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma
como con la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. Carmen
Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la
pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por
teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que
me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia
y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían
en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de
Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta
Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas
y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a
piaras de estos súridos animales impuros y no precisamente de compañía. A veces
se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían
convertido en plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había
determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él
caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del bulevar de Reina
Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte irradiando un haz de
irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una cosa: lo bello que es
vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento era una verbena de
estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues le había entrado
fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La Abamita mujer farota
y poco contemplativa había envenenado aquella tarde a otros tres borrachos más.
La policía los encontré pajaritos cerca del nido de los cisnes aguas abajo del
Manzanares. Carmen Fernández del toro voló a la eternidad. Al cielo no.
Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía
que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades
digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte hablar. Cumplí cadena,
se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad pero seguía arruando el
gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los
desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote
cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por
las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de
Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros. A veces se atrevían
incluso a gulusmear entre los contendores de basura. Se habían convertido en
plaga. El abandono de la agricultura en Castilla había determinado el regreso
de la fauna salvaje. Era una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos
por la parte central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la
hucha del horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se
dio cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se
puso el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde
estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela
del Julifer. La Abamita mujer farota y poco contemplativa había envenenado
aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los encontré pajaritos
cerca del nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares.
OJO DEL CULO. OJO DE RA. OJO FLOGÍSTICO
Llegó a casa desaforado, sintiendo el aliento de los alanos de
San Antón que ladraban en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel cura
trabucaire asturiano. Canes en la iglesia mala cosa. es como decir vienen
sastres, al infierno vamos y en la lúcida mañana de invierno sacó, ganado su
esconce, refugio de sus libros, radios y rosarios, la petaca, atascó la pipa,
hirvió café en el infiernillo aquella infusión le sentaba bien para aplacar su
conciencia y mitigar el hambre que siempre padecía, prendió la cachimba que era
su mejor amiga en tiempos de desolación, cimbel y zumbel la peonza de las
añoranzas daba vueltas, girando sin parar, se acordó de su amigo Nilo que
acababa de tirarse al tren. Nilo escritor en tiempos infaustos del reinado del Rey Borracho al que sucedió su hijo Tontolinón VI al que llamaban medallas pues sólo exhibía su
borbónico valor en los desfiles y besamanos había acumulado una intensa obra.
Le había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a ciclostil. Nilo,
inédito, literato sin suerte pero con harto talento, se equivocó de época.
Arije guardaba en los altillos del chiscón de Majadahonda las obras de su
amigo. Las publicaría algún día si tuviese dinero. Lo haría. Aguardaría
ilusionado la llegada de los paquetes que le enviaba la editorial contra
reembolso, iría por las librerías. los libreros los pobres que estaban muy
alcanzados porque los Mandiles no prohibieron la censura pero se empeñaban en
poner astillas en el radio de las ruedas de los autores nuevos aquí sólo
escribe el que yo diga y sólo editará el del pensamiento correcto. El esquema
de acabar con la rica, maravillosa y sufrida historia de la literatura española
sólo entraban en tórculos autores ingleses y norteamericanos, formaba parte del
proyecto de destrucción de España. Querían degollar su cultura y trucidar sus
sueños. Nilo Popín admirador de
Francisco de Quevedo se suicidó amargado de verse obligado a comerse las
ediciones de sus obras. En las librerías le rechazaban sus textos por no tener
distribuidor. La luz de enero se colaba por el montante. De allí llegaba el
ruido de la calle. Majadahonda se había convertido en una ciudad populosa
arrabal de Madrid. Las tenadas de los pastores de la Mesta que venían de tierra
Segovia dieron paso a la avalancha de constructores del Real State. Surgieron
como hongos la urbanizaciones de adosados. ¡Pobre Propinas! Hacía causa común con él mira que tirarse al tren! En su
memoria encendió la cachimba y sentado en el sofá destartalado al lado de la
chimenea comenzó a leer un capitulo de la novela de su amigo. No era un libro
del Reverte ni de la Hija del Yale el que tiró a su mujer por la ventana en Toledo
ni uno de esos autores insulsos introducidos a machote y a barrisco en la lista
de los más vendidos. Su difunto amigo escribía en tenor de los clásicos
comprometido con su tiempo;
"Don Nilo el hombre,
librero de lance, un santo varón, un justo de Israel, amor en tiempos revueltos
(ya ha vuelto a salir la frase hecha) desde que lo suspendieron de empleo y
sueldo porque, condenado a galeras, le pusieron de compañero de terna a un
marica, y pederasta, erudito muy ilustre de la ciudad de Burgos, conversación
amena pero que tenía una debilidad imperdonable por el culo sobre todo por el
de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose condenado no hacía otra
cosa que lamentarse de su mala suerte y echaba pestes contra la Organización
pero ésta era un muro infranqueable hasta que un día le pegó un meneo a su
compañero de filas y lo
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