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viernes, 17 de enero de 2020


XXI

Me subi a la alcatifa de los Sueños. Que es un transporte barato para viajar al presente y al futuro. El pasado es muy negro. Estuvoi teñido de sangre em esta ciudad pero es así como se construye en el eternio caminar de la historia. Ahora recuerdo mis tiempos de corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Tamesius con unas pocas librois en un mini de segunda mano ewn que cargaba un poar de traje seis mudas un abriho algún libro de rezos y mi maquina de escribir. Yo era un bohemio. No tuve la suerte de mi colega antecesor Eugenio Suarez. Su nombre estaba escrito en el cuadro de honor de la vida
En lo alto del puente romano el Príncipe de la Mentira se estaba colocando o a lo mejor se estaba haciendo una gallarda el tío guarro. Lo cual que por causa suya España iba de cabeza. Regresaban los fementidos y Youcan no se cortaba la coleta. Había vuelto glorioso a la palestra muy ufano tras el permiso de paternidad. Yo cambio los pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro. Pero a España la estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora un himno a la desventura. Pulso de la lira la más sublime cuerda y canto a la mierda. Pues eso, allí donde están las cloacas del poder.
Es lo que hice toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas y lupanares, adiciones a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy digno de colocar sobre mi cabeza el manto de oración  y la tánica pretexta de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla derramada de tantos años de perdición, pero sobre todo por la sangre: maté a aquella archivera que me estaba haciendo la vida imposible, sus insultos, risas y escarnios de la Gran Bollera, y oprobios, sus carcajeos feminoides con la amiga por el teléfono ¿qué tal andas, chati? acabaron con mi paciencia pero no seguí las enseñanzas de Job que nos advierte que el hombre es carne de dolor, nace amontonado con la mierda y a la mierda vuelve entre estertores. ¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más que pasto de gusanos. Pero no te sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo, recuerda la paz de esta república que mediante la bondad, la sabiduría y no con los misiles aplastará la cabeza de la serpiente, colócate el manto de oración sobre tu mala cabeza y cíñete al cíngulo de tu sacerdocio, cubre tus cabellos de ceniza y aguanta el chaparrón. Recuerda que tú eres de la casta del ligur Silvinus Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint lumbi vestri praecinti", ataos los machos para defender la verdad.
—Eso son sólo palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar, suplicar, abajarme escuchar el silencio de los corderos hasta que rompiera el alba con su esquila de luz de las mañanas. Es lo que hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que me enajena. Mis enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede que lleven razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos" de haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe vacilante en una  vida con no pocas vueltas y revueltas que no fue nada circunspecta a causa de incomprensiones, persecuciones y sufrimientos.
 El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la Urbe pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra esculpida cerca del postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba de un pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto: Parce mihi Domine, parce mihi. Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la piedra de Publio Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato de Cesar Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que mecía los pinos me traía fragancias de un pasado al que viajo con frecuencia en alas de mi imaginación entre sonido de tambores y flamear de estandartes; desfilan ante mis ojos las cohortes de manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a caballo que acampaba en el páramo de San Medel aquel anacoreta que hizo penitencia en las cuevas del Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para que vengan en mi ayuda. Aguardo respuesta y me entrego a mis plegarias que son un monólogo baldío. De la misma manera que yo acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo que fue por la vida sin suerte, que se juntó con malas compañías, era un pícaro de siete suelas como muchos hispanos, al que tocó bregar de lo lindo, engañar siempre y trepar por la cucaña de la competencia echando rivales abajo. Da paz a mis muertos, Júpiter, por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a esta afligida y tornadiza ciudad de que anda, confusa, elevando estatuas al diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el mirlo blanco)  la miruella como yo la llamaba cuando era un bebé. La hija de mi corazón a la cual  de mayor conocí cuando tenía 45 años. Por mi culpa por mi gran culpa.
 Rezo la plegaria acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar. Me dediqué vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas que dio sombra a la infancia lo habían talado os mancipes dendricidas y poco avisados. Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo. Preguntas sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí perdido constituido en estrella filante.
Rezamos, pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos, cantamos y como si nada; el dios pone orejas de mercader a las súplicas. Se desentiende. Zeus mora en otra esfera, nadie sin su permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo mejor que ese día estaba de mal café o no se había traído el sonotone. En mi mente el mosaísmo, el islamismo y el cristianismo se conjugan pero antes de que vinieran las aparecidas y de que el apóstol desembarcase en Padrón en una petera de piedra los dioses familiares presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de biblias en verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos de “Ab Urbe condita” Tito Livio impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca viva de la cual manaba un raudal de agua brava, las que se despeñaban desde Peñamellera. Soy un pícaro un filosofo un historiador, no sé lo que soy, pero estoy al tanto y el que avisa no es traidor, un gnomo que se trasmuda y biloca porque para mí no hay barreras ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano de Dios,   que todo lo toco y todo lo ve, émulo del Gran Piscator, lucho contra los malos y aunque a veces haga partija con Belcebú no soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma de don Cleofás, uno y no más todos estamos. Pues Segovia como Puente Perin, como Barahona, Brañosera en Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas encantadas de Cuenca es lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio coronar con la coroza de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron garrote a mi amigo don Pablos que subió los peldaños del patíbulo con mucho senequismo y humor negro, rayano en el cachondeo, porque al jifero le dijo antes de meter el pescuezo en la toza, que a la próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que estaban podridas “porque no todos tienen mi  mismo cuajo”.
Vieronse escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en anfiteatro espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los pies de Cabra hacía a pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por detrás fueron desfilando los ediles y de las ediles y ministras de todas ellas hizo ropa vieja. Porque lo suyo fue siempre engañar y fornicar.
El padre de la Mentira se estaba trabajando a la alcaldesa en lo alto del entrecuesto o cacera que por arriba del acueducto. Escuché a una bruja que decía. Todo te lo daré si te pones de rodilla y me besas el culo:
─Tente que te unto
De su boca desdentada se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La consigna de aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes fue “tente que te unto”. La señora Calvo viceministra se quedó entonces en pelota picada. Por delante el bosque de Bolonia entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el de la Maja desnuda. Íbamos a elecciones y al pucherazo. Los judíos tenían la tranca de la demoscopia en la mano y así no hay quien pueda, claro. Siempre será lo que ellos digan pues tente que te unto. Jugar con las cartas marcadas es una añagaza del sistema electoral que padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo. En los días de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las cornejas. Tente que te unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso como dios manda, has de andar derecho como una vela y a callar, ojito.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabas
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el diablo con el unto de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas mágicas se volvieron transparentes, espíritus puros y empezaron a volar que parecían aves de mal agüero. Los cielos  de Segovia estaban cargados de ominosos barruntos pues la diablesa de la alcaldesa no paraba de decir “tente que te unto”. Un grajo infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos a la estatua de la Virgen María que posaba en el edículo principal del Acueducto mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco hablaba y yo le escuché pronunciar una homilía maldita:
─Tiremos abajo a la Virgen Pura. Acabemos de una vez con toda la cristiandad.
Pusieron debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El maligno que contemplaba el atropello encaramado al arco más alto reía mandíbula batiente, luego empezó a ventoseare, sus discípulos hicieron lo mismo y todo el infierno estalló en risas y en pedos del Ángel caído. Durante casi media hora toda la plaza del Azogue olía a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan profundas, de una violencia tal que los segovianos compungidos salían a las puertas de sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la alcaidesa dijo:
─Os pasa por judaizar. Ya sois míos
En la plazuela del azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y tanto discurso los políticos marranos y los falsos obispos no paraban de sermonear, de dar explicaciones (ocurre siempre en todas las crisis nacionales; las esquinas se llenan de plañideras compungidas y de hermeneutas que tratan de explicar lo evidente, estamos todos hasta los mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo evidente era que a redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro perdió la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco tiempo.
 Villeguillo hizo esa profecía─ el acueducto se vendría abajo. Que otros salmodien y prediquen y yo decía predícame cura predícame fraile por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo. Los que tiraron a la Virgen María de su pedestal estaban muy ufanos y sudorosos y entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón Cantimpalos. El mesonero estaba a la puerta, era un señor gordo y calvo fumando en pipa. Los operarios de la demolición se pusieron ciegos de  tostoncillo y le dieron tantos besos al jarro que al salir se desparramaron por la Vía de Roma haciendo eses. Adónde irá el buey que no are. La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene vuelta de hoja. Afloró en las pupilas y en los corazones un odio de siglo un deletéreo afán de venganza Segovia ha dejado de ser cristiana, se ha convertido en Aelia Capitolina. Al pobre Felipe VI El Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie, pero como era un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las faldas de la griega la hija de la Federica no vaya a ser que metamos la pata hijo no conviene malquistarse con los judíos tú a lo tuyo y a celebrar todos los años la fiesta del Holocausto pues no quemó al escultor infame que le hizo una estatua para ser quemada en las fallas. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes cobardes y dominados por la parienta o con complejo de Edipo son despreciables e inútiles para el gobierno de la república, cuentan con el desdén de sus súbditos. Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico que no se atreve a dar el pasaporte a los catalanes que le faltan al respeto y a los estatuarios malditos que quieren quemarlo en efigie. España a este paso pronto se convertirá en un auto de fe, si nadie pone remedio, Y el libelático obispo Zapatones había firmado las actas
─Parecéis oro obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones─ dijo Ursicinio el Pecoso con aires de desafío.
Todos se encogieron de hombros no hicieron caso de poetas, profetas y profecías. Allá ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al loro. Villeguillo muy triste por aquel espectáculo volvió grupas y salió de la ciudad por el puente de Valdevilla que le vio nacer y jugar de niño y por donde pasaban las legiones del emperador con su estandarte enhiesto  y el carnero mascota de la Séptima Victrix. La casa y el barrio había sido arrasada por los judíos, también profanaron una imagen de Santa Bárbara que alumbraba en las noches los inviernos. Los judaizantes se habían empleado a fondo en aquella ciudad. No perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la conversa cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lio con su capellán que por cierto era un santo y poeta que luego subió a los altares y lo bajaron no sé si a garrotazos llama de amor viva inflamado de amor divino:
─De Segovia ni el polvo las zapatillas.
En aquel instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más a la ciudad de la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis paisanos siempre fueron un poco recontrajodidos.
Todos al santo y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”, consigna de los degenerados de la oclocracia. Aquí lo importante es ir tirandillo, sumirse en las andaderas del buen rollito.


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