XXI
Me subi a la
alcatifa de los Sueños. Que es un transporte barato para viajar al presente y
al futuro. El pasado es muy negro. Estuvoi teñido de sangre em esta ciudad pero
es así como se construye en el eternio caminar de la historia. Ahora recuerdo
mis tiempos de corresponsal en Londres. Marché a la ciudad del Tamesius con
unas pocas librois en un mini de segunda mano ewn que cargaba un poar de traje
seis mudas un abriho algún libro de rezos y mi maquina de escribir. Yo era un
bohemio. No tuve la suerte de mi colega antecesor Eugenio Suarez. Su nombre
estaba escrito en el cuadro de honor de la vida
En lo alto del
puente romano el Príncipe de la Mentira se estaba colocando o a lo mejor se
estaba haciendo una gallarda el tío guarro. Lo cual que por causa suya España
iba de cabeza. Regresaban los fementidos y Youcan no se cortaba la coleta.
Había vuelto glorioso a la palestra muy ufano tras el permiso de paternidad. Yo
cambio los pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro. Pero a
España la estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora un himno a la
desventura. Pulso de la lira la más sublime cuerda y canto a la mierda. Pues
eso, allí donde están las cloacas del poder.
Es lo que hice
toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas y lupanares, adiciones
a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy digno de colocar sobre mi cabeza
el manto de oración y la tánica pretexta
de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla derramada de tantos
años de perdición, pero sobre todo por la sangre: maté a aquella archivera que
me estaba haciendo la vida imposible, sus insultos, risas y escarnios de la
Gran Bollera, y oprobios, sus carcajeos feminoides con la amiga por el teléfono
¿qué tal andas, chati? acabaron con mi paciencia pero no seguí las enseñanzas
de Job que nos advierte que el hombre es carne de dolor, nace amontonado con la
mierda y a la mierda vuelve entre estertores. ¿De qué te engríes, Villeguillo?
No eres más que pasto de gusanos. Pero no te sulfures, ni viertas lágrimas de
cocodrilo, recuerda la paz de esta república que mediante la bondad, la
sabiduría y no con los misiles aplastará la cabeza de la serpiente, colócate el
manto de oración sobre tu mala cabeza y cíñete al cíngulo de tu sacerdocio,
cubre tus cabellos de ceniza y aguanta el chaparrón. Recuerda que tú eres de la
casta del ligur Silvinus Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint
lumbi vestri praecinti", ataos los machos para defender la verdad.
—Eso son sólo
palabras que de poco nos valen, padre mío. Rezar. Llorar, suplicar, abajarme
escuchar el silencio de los corderos hasta que rompiera el alba con su esquila
de luz de las mañanas. Es lo que hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que
me enajena. Mis enemigos tómenme por loco y por psicópata. Lo malo es que puede
que lleven razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos" de
haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe vacilante
en una vida con no pocas vueltas y
revueltas que no fue nada circunspecta a causa de incomprensiones,
persecuciones y sufrimientos.
El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme
desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la
Urbe pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra esculpida cerca del
postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba de un pasado cuajado
en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto: Parce mihi Domine,
parce mihi. Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la piedra de
Publio Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato de Cesar
Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que mecía los pinos
me traía fragancias de un pasado al que viajo con frecuencia en alas de mi imaginación
entre sonido de tambores y flamear de estandartes; desfilan ante mis ojos las
cohortes de manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a caballo que acampaba
en el páramo de San Medel aquel anacoreta que hizo penitencia en las cuevas del
Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para que vengan en mi ayuda. Aguardo
respuesta y me entrego a mis plegarias que son un monólogo baldío. De la misma
manera que yo acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la
ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo que fue por la
vida sin suerte, que se juntó con malas compañías, era un pícaro de siete
suelas como muchos hispanos, al que tocó bregar de lo lindo, engañar siempre y
trepar por la cucaña de la competencia echando rivales abajo. Da paz a mis
muertos, Júpiter, por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a
esta afligida y tornadiza ciudad de que anda, confusa, elevando estatuas al
diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el mirlo blanco) la miruella
como yo la llamaba cuando era un bebé. La hija de mi corazón a la cual de mayor conocí cuando tenía 45
años. Por mi culpa por mi gran culpa.
Rezo la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar. Me dediqué
vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas que
dio sombra a la infancia lo habían talado os mancipes dendricidas y poco
avisados. Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo.
Preguntas sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables
le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí perdido
constituido en estrella filante.
Rezamos,
pedimos, imploramos, hacemos vaticinios, rogamos, exclamamos, cantamos y como
si nada; el dios pone orejas de mercader a las súplicas. Se desentiende. Zeus
mora en otra esfera, nadie sin su permiso escalará las peñas del Olimpo. O a lo
mejor que ese día estaba de mal café o no se había traído el sonotone. En mi mente el mosaísmo, el
islamismo y el cristianismo se conjugan pero antes de que vinieran las
aparecidas y de que el apóstol desembarcase en Padrón en una petera de piedra
los dioses familiares presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de
biblias en verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos
de “Ab Urbe condita” Tito Livio
impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca viva de la cual manaba
un raudal de agua brava, las que se despeñaban desde Peñamellera. Soy un pícaro
un filosofo un historiador, no sé lo que soy, pero estoy al tanto y el que
avisa no es traidor, un gnomo que se trasmuda y biloca porque para mí no hay
barreras ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la mano de Dios, que todo lo toco y todo lo ve, émulo del Gran
Piscator, lucho contra los malos y aunque a veces haga partija con Belcebú no
soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma de don Cleofás, uno y no más
todos estamos. Pues Segovia como Puente Perin, como Barahona, Brañosera en
Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas encantadas de Cuenca es
lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio coronar con la coroza
de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron garrote a mi amigo don Pablos que
subió los peldaños del patíbulo con mucho senequismo y humor negro, rayano en
el cachondeo, porque al jifero le dijo antes de meter el pescuezo en la toza,
que a la próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que estaban podridas
“porque no todos tienen mi mismo cuajo”.
Vieronse
escenas lúbricas porque el momento de romanos se convirtió en anfiteatro
espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de los pies de Cabra hacía a
pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por detrás fueron desfilando
los ediles y de las ediles y ministras de todas ellas hizo ropa vieja. Porque
lo suyo fue siempre engañar y fornicar.
El padre de la
Mentira se estaba trabajando a la alcaldesa en lo alto del entrecuesto o cacera
que por arriba del acueducto. Escuché a una bruja que decía. Todo te lo daré si
te pones de rodilla y me besas el culo:
─Tente que te
unto
De su boca
desdentada se alzaron las palabras mágicas de un conjuro. La consigna de
aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes fue “tente que te unto”.
La señora Calvo viceministra se quedó entonces en pelota picada. Por delante el
bosque de Bolonia entreverado de castaño y rubio, diose la vuelta y pudimos con
templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto de carnes como el de la Maja desnuda.
Íbamos a elecciones y al pucherazo. Los judíos tenían la tranca de la demoscopia
en la mano y así no hay quien pueda, claro. Siempre será lo que ellos digan
pues tente que te unto. Jugar con las cartas marcadas es una añagaza del
sistema electoral que padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo. En
los días de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las cornejas. Tente que
te unto. No rebullas que te atizo. Marca el paso como dios manda, has de andar
derecho como una vela y a callar, ojito.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabas
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser
la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa y el diablo con el unto
de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas mágicas se volvieron transparentes,
espíritus puros y empezaron a volar que parecían aves de mal agüero. Los
cielos de Segovia estaban cargados de
ominosos barruntos pues la diablesa de la alcaldesa no paraba de decir “tente
que te unto”. Un grajo infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los ojos
a la estatua de la Virgen María que posaba en el edículo principal del
Acueducto mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco hablaba y
yo le escuché pronunciar una homilía maldita:
─Tiremos abajo
a la Virgen Pura. Acabemos de una vez con toda la cristiandad.
Pusieron
debajo de la lapida una blasfemia: “en mi coño mando yo”.
El maligno que
contemplaba el atropello encaramado al arco más alto reía mandíbula batiente,
luego empezó a ventoseare, sus discípulos hicieron lo mismo y todo el infierno
estalló en risas y en pedos del Ángel caído. Durante casi media hora toda la
plaza del Azogue olía a rayos. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan
profundas, de una violencia tal que los segovianos compungidos salían a las
puertas de sus viviendas, tapándose las narices o gritando ay madre el fin del
mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer el que se llevaba a la alcaidesa dijo:
─Os pasa por
judaizar. Ya sois míos
En la plazuela
del azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y tanto discurso los políticos
marranos y los falsos obispos no paraban de sermonear, de dar explicaciones
(ocurre siempre en todas las crisis nacionales; las esquinas se llenan de
plañideras compungidas y de hermeneutas que tratan de explicar lo evidente,
estamos todos hasta los mismísimos de tanto parlamento redundante y dicaz) y lo
evidente era que a redropelo de lo que decía la leyenda, la moza del cántaro perdió
la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco tiempo.
Villeguillo hizo esa profecía─ el acueducto se
vendría abajo. Que otros salmodien y prediquen y yo decía predícame cura
predícame fraile por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo. Los
que tiraron a la Virgen María de su pedestal estaban muy ufanos y sudorosos y
entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón Cantimpalos. El mesonero
estaba a la puerta, era un señor gordo y calvo fumando en pipa. Los operarios
de la demolición se pusieron ciegos de
tostoncillo y le dieron tantos besos al jarro que al salir se
desparramaron por la Vía de Roma haciendo eses. Adónde irá el buey que no are.
La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene vuelta de hoja. Afloró en las
pupilas y en los corazones un odio de siglo un deletéreo afán de venganza
Segovia ha dejado de ser cristiana, se ha convertido en Aelia Capitolina. Al
pobre Felipe VI El Indeciso, otro rey pasmado, lo quemaron en efigie, pero como
era un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las faldas
de la griega la hija de la Federica no vaya a ser que metamos la pata hijo no
conviene malquistarse con los judíos tú a lo tuyo y a celebrar todos los años
la fiesta del Holocausto pues no quemó al escultor infame que le hizo una
estatua para ser quemada en las fallas. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes
cobardes y dominados por la parienta o con complejo de Edipo son despreciables
e inútiles para el gobierno de la república, cuentan con el desdén de sus
súbditos. Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico que no se atreve a dar
el pasaporte a los catalanes que le faltan al respeto y a los estatuarios
malditos que quieren quemarlo en efigie. España a este paso pronto se
convertirá en un auto de fe, si nadie pone remedio, Y el libelático obispo
Zapatones había firmado las actas
─Parecéis oro
obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis cojones─ dijo Ursicinio el Pecoso
con aires de desafío.
Todos se
encogieron de hombros no hicieron caso de poetas, profetas y profecías. Allá
ellos con sus excesos y demasías. Hay que estar al loro. Villeguillo muy triste
por aquel espectáculo volvió grupas y salió de la ciudad por el puente de
Valdevilla que le vio nacer y jugar de niño y por donde pasaban las legiones
del emperador con su estandarte enhiesto
y el carnero mascota de la Séptima Victrix. La casa y el barrio había
sido arrasada por los judíos, también profanaron una imagen de Santa Bárbara
que alumbraba en las noches los inviernos. Los judaizantes se habían empleado a
fondo en aquella ciudad. No perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la
conversa cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lio con su capellán
que por cierto era un santo y poeta que luego subió a los altares y lo bajaron
no sé si a garrotazos llama de amor viva inflamado de amor divino:
─De Segovia ni
el polvo las zapatillas.
En aquel
instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver más a la ciudad de
la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis paisanos siempre fueron un
poco recontrajodidos.
Todos al santo
y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”, consigna de los degenerados
de la oclocracia. Aquí lo importante es ir tirandillo, sumirse en las andaderas
del buen rollito.
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