Retumbaban las voces en el transistor del coche,
tenía conectada a la Cope pero aquellas voces venían del más allá, clara
advertencia al llegar a Segovia. Se perfilaba sobre el perfil urbano la torre
de la catedral, alta, augusta, inescrutable, la dama de las catedrales cuando
de repente empezaron a sonar aquellos gritos desgarradores. El altavoz del
radiocasete del coche subió al más alto volumen a pleno rendimiento de
decibelios, entonces la tierra tembló, vio abrirse una zanja junto a la
carretera del empalme de Revenga con Campamento de Robledo, no me detuve. Pisé
el acelerador muerto de miedo y en la rotonda de Hontoria me topé con una
estantigua, una procesión lúgubre de resucitado. Un fraile fallecido hacía
quinientos años encabezaba el lúgubre cortejo. Cantaban responsos, kadishes y
lilailas y pude percibir con disposición armónica y buen concento las estrofas
del Dies Irae. Acordeme entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del
Viernes Santo. Las profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos avanzaba
con paso firme hacia las campas de Baterías donde en mis tiempos hacían la
instrucción los reclutas y los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los
ojos no fuera a ser que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las
exclamaciones del Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un
fantasma. Jesús llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no
reclamaba el auxilio de Yahvé que significa El que Está. El que actúa. Eloy
instaura al Padre del Nuevo Testamento mientras que Yahvé representaba a la Ley
Antigua, el dios justiciero. Por eso los judíos en un intento por no caer en la
blasfemia se abstienen de pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y
apelan por sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos
de dolor quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un tiempo nuevo
y sincretista de comunión con las divinidades oscuras. Seríamos crucificados y
preteridos a causa de la cruz. A los discípulos del Nazareno a unos los echaban
a los leones, otros encontrarían la tumba anónima de la fosa común pero a la
mayor parte entre mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el cartel de
"No person". Se los consideraba peores que bestias de carga. Nos
decía nosotros somos los elegidos, vosotros los paganos, los "goim".
Destruiremos vuestras casas, violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás
e invasiones solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur
de la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel ( morirá del fuego de
San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén) convirtió su iglesia de en una
cuadra, en una cohorte de cerdos y en una perrera de gatos, obligando a los
santos a oler mal, era de los que más alzaba los gallos. Y se volvieron lluecas
las gallinas del corral mediático.
Bergoglio se colocó sobre sus argentinas sienes la
mitra del obispo don Opas era el mandamás de aquel contubernio de anticristos.
Mucho sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
— Vosotros la raza de víboras estás allanando la
historia — yo les dije enfurecido por tales desacatos.
— Nosotros
vuestra historia nos las pasamos por los cojones. Sólo nos importa la Memoria.
— ¿Y qué hay de lo mío? — contesté
— Nosotros somos sionistas, somos los nuevos
cruzados de Zion.
Era un sacerdote de la Ley quien así hablaba de
forma soez en lenguaje de la chusma. Eran chusma, odiaba la excelencia.
A mí me seguían pasando cosas. `por poco se sale
de la carretera mi Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a
la altura del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no
llevar un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche todo
indignado y le hablé en catalán:
— Oiga agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a
la Guardia Civil. Además no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color
de la muerte, ningún actor del teatro se viste de ese color da mala suerte.
Estrellas amarillas la llevaba en Ausschwitz y lazos amarillos las portaban de
emblema en el ojal de la americana los judíos rusos que exigían al Politburó
les permitiese emigrar a Israel y hasta que no acabaron con la Unión Soviética
no se quedaron a gusto. Aparentemente
los hebreos se salieron con la suya y hoy el Estado que preside Bibi es una
sucursal del KGB tendiendo puentes con Putin.
El Torras Chorras, jerifalte catalanista un
Orlando furioso contra Hispania, no es nada original, copia a los hebreos rusos,
manda colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la parva del
Shoah que es un gran embuste con miras a crear una religión nueva la del
Holocausto el Odio y la Venganza que sustituya a la del Amor.
— Hablas sin conocimiento de causa
— ¿Cómo, qué? Yo fui corresponsal del Arriba en
Budapest, estuve allí cuando caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas
estrellas amarillas, los refugié en el sotano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador Sanz Briz. En
nombre de Franco salvamos a muchos hebreos. Nuestro caudillo Franco era de
vuestra cuadrilla pero afortunadamente no era sionista.
— Que te crees tú eso.
Quedó aturdido el agente de la autoridad pues a mí
me salió una vena mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen,
volvíme irrefutable y apodíctico.
— Bueno circule — ordenó el mozo de escuadro, sus
ojos reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé
"este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se
refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos nosotros los
que mandamos en España.
— ¿Vengándose de lo que ocurrió en 1492?
— Eso mismo, pero no quiero perder el tiempo
hablando con un fascista. Venga arranca.
— Yo también soy judío pero de otra tribu
diferente a la tuya. Si yo soy fascista tú eres un nazi sionista que es mucho
peor.
El mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla la boca
— Ni debajo del agua. Para que consigáis que
guarde silencio me tendréis que matar. Soy diacono griego y proclamo mi
Evangelio desde el ambón.
La Guardia Civil permanecía oculta en su recinto
en forma de ángulo convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos muros
paseé yo tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni al
centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en tiranía pues nos
dejó a los españoles sin defensas conservando a los agentes del orden como
cuerpo represor a las ordenes de un periodismo canalla y desalmado— y el Regimiento de Artillería en el que
sirvió mi padre y yo juré bandera estaba abandonado y sus dependencias
convertidas en albergue de ratas y de vagabundos. España en manos de los
judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Dejé el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie
contando los arcos del Acueducto atravesé el azoguejo subí las escalerillas del
postigo del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi camarilla
justo debajo de la Torre Aceitera — llamada así porque tiene forma de embudo y
es una alcuza que vigilas las alturas de la ciudad — solemne sombra que nos
cobijó el pasadizo de la torre de los guzmanes, la huerta- ya no estaba el
viejo moral que plantó el penúltimo rey de la dinastía Trastamara. Puertas
cerradas, seminario vacío, lo mismo que el palacio que fue corte del rey
Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el convento de Santo Espiritu y avancé por
el Camino Nuevo hasta lo que llamaban el Osario. Una lápida de cemento armado
con consistencia de siglos con una
inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al visitante. Algunas
personas oraban el con voz compungida y desalentada oficio de difuntos cerca de
lo que ellos creían enterramientos de sus antepasados el antiguo cementerio
judío pero allí no había tal. Aquel no era el recinto. Aquellas cavernas
excavadas en la roca caliza habían sido cavernas habitadas por ermitaños que
hacían penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad pecadora. La vista
era espectacular. Todo el recinto amurallado recordaba a Jerusalén. La torre de
la iglesia de San Andrés ponía contrapunto a la maciza linterna de la Dama de
las Catedrales. A la izquierda quedaba adelantándose al espolón de la barbacana
utilizado durante la edad media como fortín y más tarde como matadero municipal
aunque antes, mucho antes, estuvo allí emplazado el osario judío. Paz a los
muertos de Israel y a los que Analectoficaron Su Nombre. Elí, Elí, lamma sabactaní. Españoles sois cristianos, clamad no
ceséis, gritad contra los nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín
mediático. Yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos.
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